El Gran Circo de los Sapos
Había una vez en un pequeño bosque, un grupo de sapos que soñaban con un circo. Cada día, se reunían en la charca para imaginar cómo sería su espectáculo. Uno de ellos, llamado Tito, propuso:
"¡Chicos, deberíamos hacer un circo de verdad!"
Los otros sapos se miraron entre sí, un poco dudosos. Pero Chiqui, la sapita más pequeña, saltó emocionada:
"¡Sí! ¡Podemos hacer trucos y divertir a todos!"
Los sapos se entusiasmaron. Decidieron hacer audiciones para elegir a los mejores artistas. Tito se presentó primero:
"Yo puedo saltar muy alto."
"¡Eso es genial!"
Luego, fue el turno de Lucho, que intentó hacer malabares con hojas. Sin embargo, se le cayeron al suelo.
"No importa, necesito más práctica", dijo Lucho, un poco triste.
"No te preocupes, Lucho. Todos somos nuevos en esto. ¡Sigamos practicando juntos!" dijo Chiqui, animándolo.
Los sapos comenzaron a ensayar todas las tardes, y con el tiempo, cada sapo encontró su talento especial. Tito se convirtió en el saltador estrella, Chiqui en la maestra de ceremonias, y Lucho perfeccionó su malabarismo y también añadió un truco con una cuerda.
Todo iba bien hasta que un día, mientras ensayaban, comenzó a llover.
"¡No podemos hacer el circo bajo la lluvia!" dijo Tito, desanimado.
Pero Chiqui miró al cielo y luego a sus amigos:
"¡Y si hacemos un espectáculo acuático!"
"¡Sí! Eso suena divertido!" exclamó Lucho.
Así, los sapos adaptaron su circo. Se reían y se zambullían en el agua, sorprendiendo a todos los animales del bosque. Unos días después, invitaron a los habitantes del bosque a ver su espectáculo.
"¡No se lo pueden perder!" anunciaba Chiqui con una gran sonrisa.
La noche del espectáculo, los sapos estaban nerviosos pero emocionados. Cuando el show comenzó, el público aplaudía y reía. Lucho, con su malabarismo, hacía que todos se divirtieran. Tito saltaba altos niveles y Chiqui los animaba desde el centro del escenario.
Al final del espectáculo, todos los animales aplaudieron con muchas ganas.
"¡Son unos artistas espectaculares!" dijo el búho.
"¡Estamos muy orgullosos de ustedes!" agregó la tortuga.
Y así, los sapos entendieron que trabajar en equipo y adaptar sus sueños a las circunstancias podía hacer posible lo imposible. Todos se fueron a casa con una gran sonrisa.
Desde aquel día, cada vez que alguien soñaba con algo, los sapos estaban ahí para decirles:
"Nunca dejes de intentar. ¡Siempre se puede encontrar una forma de brillar!"
FIN.