El Gran Combate de los Defensores del Cuerpo
En un árbol gigante del cuerpo de un niño llamado Juanito, vivían dos valientes defensores: el Neutrófilo y el Macrófago. Eran celosos guardianes que siempre estaban atentos para proteger a Juanito de los gérmenes malos, esos intrusos que intentaban hacerle daño.
- ¡Hola, Neutrófilo! - saludó el Macrófago mientras afilaba su espada.
- ¡Hola, Macrófago! - respondió el Neutrófilo, que siempre estaba listo para la acción. - Hoy siento que algo raro se acerca.
Y no se equivocaba. Desde más allá de las murallas del organismo, un oscuro ejército de gérmenes malos se estaba organizando. Eran pequeños y malvados, siempre buscando una oportunidad para invadir un lugar vacío.
Un día, Juanito fue a jugar al parque y se olvidó de lavarse las manos. De repente, los gérmenes malos vieron su oportunidad y se lanzaron hacia su cuerpo.
- ¡Alerta, alerta! - gritó el Neutrófilo. - ¡Los gérmenes malos están atacando!
- ¡A la defensa! - respondió el Macrófago con voz decidida.
Los dos amigos se lanzaron febrilmente a la batalla. En un giro inesperado, los gérmenes venían en oleadas.
- ¡Son demasiados! - exclamó el Neutrófilo, cansándose.
- ¡No podemos rendirnos, Neutrófilo! - le animó el Macrófago. - ¡Recuerda, somos los defensores del cuerpo!
Mientras peleaban, se acercaron a una torre de defensa especial, el Botón de Emergencia, que en situaciones críticas podía llamar a otros defensores.
- ¡Vamos al Botón de Emergencia! - sugirió el Neutrófilo.
- ¡Buena idea! - asentó el Macrófago.
Ambos corrieron hacia el botón y lo presionaron con todas sus fuerzas. De repente, aparecieron más defensores del cuerpo: los Linfocitos, que venían con energía ilimitada y ganas de luchar.
- ¡Estamos aquí para ayudar! - gritaron los Linfocitos.
- ¡Los gérmenes no tendrán ninguna oportunidad! - añadió uno de ellos.
Juntos, todos los defensores del cuerpo formaron un gran ejército. La batalla se intensificó y los gérmenes comenzaron a retroceder. Neutrófilo, Macrófago y los Linfocitos trabajaron en equipo, lanzando sus habilidades y trucos especiales.
- ¡Por el poder de la limpieza! - gritó el Macrófago, tras haber devorado a un germen.
- ¡Viva la defensa saludable! - exclamó el Neutrófilo mientras espantaba un grupo de gérmenes con su energía.
Los gérmenes cada vez se sentían más asustados y, al final, se dieron por vencidos.
- ¡Hemos ganado! - celebraron Neutrófilo y Macrófago, abrazando a sus nuevos amigos, los Linfocitos.
Juanito, mientras tanto, había vuelto a casa. Sin saber nada de la batalla épica que había tenido lugar en su interior, se lavó las manos con jabón. Confundido por su gesto, los defensores del cuerpo sonrieron al darse cuenta de que el niño también estaba cuidando de ellos.
- ¡Eso es lo que se necesita para mantenernos fuertes! - dijo el Neutrófilo.
- ¡Siempre hay que lavarse las manos! - añadió el Macrófago, sonriendo.
A partir de ese día, Juanito entendió la importancia de cuidar de su cuerpo y de mantenerlo limpio. Y los valientes defensores, el Neutrófilo y el Macrófago, siempre estaban listos para protegerlo en cualquier momento.
- ¡Juntos somos invencibles! - concluyeron, felices y satisfechos.
Y así, Neutrófilo, Macrófago y todos sus amigos continuaron la guardia, listos para cualquier nueva aventura.
FIN.