El Gran Concierto de María



Era un día soleado en la pequeña ciudad de Villa Sonrisa. María, una niña de diez años con el cabello rizado y una sonrisa que iluminaba todo a su alrededor, se despertó con una mezcla de nervios y emoción. Era su primer concierto, y no podía creer que finalmente había llegado el momento de mostrar todo lo que había aprendido con su batería.

- ¡Mamá, hoy es el gran día! - exclamó María, mientras se vestía rápidamente.

- ¡Sí, cariño! Estoy muy orgullosa de ti. Recuerda, solo diviértete y disfruta del momento - le respondió su mamá con una sonrisa.

Maria repasó una y otra vez los ritmos que había aprendido. Desde que había comenzado a tocar la batería, había dedicado horas de práctica. Sabía que el escenario podría ser intimidante, pero su amor por la música era más grande que sus miedos.

Cuando llegó la tarde, se dirigió hacia el auditorio con su papá. La música sonaba a lo lejos y podía sentir la vibración en su pecho.

- ¡Mirá! - señaló María emocionada. - ¡Ya hay gente esperando! -

Era cierto, había un grupo de amigos y familiares que habían venido a apoyarla. María se sintió un poco más tranquila al verlos. Se acercó a sus amigos.

- ¡Chicos, estoy tan nerviosa! - dijo mientras saltitos. - ¿Y si me equivoco?

- No te preocupes, María. Solo toca con todo tu corazón y recuerda que estamos aquí para aplaudirte - la animó su mejor amiga, Sofía.

Cuando la banda comenzó a tocar, María sintió que su corazón latía cada vez más fuerte. Era su turno, y debía subir al escenario.

- ¡Vamos, María! - gritó su papá desde el público, y ella sonrió. Con un último suspiro, subió al escenario y tomó su lugar junto a los demás músicos.

Las luces se apagaron y el público aplaudió con entusiasmo. El director de la orquesta sonrió y le indicó que comenzara. María se concentró en el compás y comenzó a tocar. Al principio, sus manos estaban un poco temblorosas, pero a medida que avanzaba la canción, se fue relajando. El sonido de la batería resonaba en el aire, y con cada golpe se sentía más y más segura.

- ¡Eso es, María! ¡Perfecto! - le gritó su profesor desde el costado del escenario.

Pero justo en la mitad de su actuación, algo inesperado sucedió. Un pequeño apagón hizo que las luces se apagaran por completo. El público murmuró confundido, y María se detuvo, paralizada por el miedo.

- ¡Oh no! ¿Qué voy a hacer ahora? - murmuró asustada. Sus compañeros miraron a la dirección donde estaba el sonido y luego a ella. De repente, el director la miró con una gran sonrisa.

- ¡María, sigue tocando! - le dijo con confianza. - ¡La música nunca se detiene, aunque la luz sí!

María tomó aire y, sin pensarlo dos veces, empezó a tocar un ritmo divertido. Poco a poco, los otros músicos comenzaron a seguirla. La sala se llenó de música y risas, y el público comenzó a aplaudir al compás. Sin darse cuenta, el miedo se había desvanecido. Se sentía fuerte, desinhibida y, sobre todo, feliz.

Cuando las luces volvieron, el lugar estalló en aplausos. María había logrado convertir un momento de miedo en uno de alegría y diversión.

Al finalizar, bajó del escenario con una gran sonrisa, y sus amigos la abrazaron.

- ¡Eres increíble, María! - le dijeron todos, y se sintió como si estuviera en la cima del mundo.

- Gracias, chicos. ¡No sé qué hubiera hecho sin ustedes! - respondió, y en su corazón sentía que, aunque había sentido nervios, había aprendido que la música podía superar cualquier obstáculo.

Esa noche, mientras se preparaba para dormir, María sonrió al recordar su primer concierto. Sabía que seguiría tocando la batería y nunca dudaría de su pasión por la música. Fue un día de grandes emociones, una aventura que la haría más fuerte y segura de sí misma.

Y así, cada vez que sentía miedo o duda, recordaba ese momento en el escenario, cuando la luz se fue, pero la música nunca se detuvo. Desde ese día, María nunca dejó de soñar en grande, porque sabía que lo más importante era seguir adelante, sin importar los obstáculos.

FIN.

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