El Gran Concurso de Altura de los Árboles de Navidad



En un bosque lleno de magia y alegría, todos los años, al acercarse la Navidad, los árboles de Navidad se preparaban para un emocionante concurso. Los árboles soñaban con ser el más alto para alcanzar la estrella de Navidad, que brillaría sobre el bosque y les regalaría un deseo especial.

Entre ellos estaban Pino, el más joven de todos, que tenía una gran aspiración, y Abeto, que era el más viejo y sabio del bosque. Aunque eran amigos, cada uno quería alcanzar la estrella para pedir un deseo que mejorarían su vida.

Un día soleado, se reunieron todos los árboles en el claro del bosque.

-Pino, lleno de determinación, exclamó: -¡Soy el más joven! ¡Tengo la energía para crecer más alto que cualquiera!

-Abeto, sonriendo con calidez, contestó: -La altura no siempre significa ser el mejor. A veces, la sabiduría y la experiencia valen más en la vida.

-Los mayores no siempre tienen razón. Yo creceré más que vos, Abeto! -dijo Pino, desafiándolo con confianza.

Y así comenzó el gran concurso. Los árboles se posicionaron y se prepararon para crecer como nunca lo habían hecho. Todos parecían muy motivados.

Sin embargo, cada uno tenía su propia estrategia.

-Los árboles jóvenes, como Pino, trataban de estirarse a su máximo potencial, rompiendo ramas en el proceso.

-¡Vamos, crezcan! ¡Debemos alcanzar la estrella! -gritaba Pino mientras estiraba sus ramas hacia el cielo.

Abeto, por otro lado, observó en silencio y comenzó a hablar con los otros árboles.

-¿Alguna vez pensaron que quizás no se trata solo de crecer? Podemos ayudarnos unos a otros, apoyándonos. La fuerza de la amistad es lo que realmente iluminará nuestras vidas -explicó.

Los árboles comenzaron a chocar y a criticarse entre sí, cada uno más ansioso por ganar que por ser parte de un equipo.

-Pino, con las ramas dobladas, empezó a sentir mucha frustración.

-¡Necesito ser más alto! ¡No puedo rendirme! -gritó. En su impulso por crecer, comenzó a enredarse en otros árboles.

Viendo lo que sucedía, Abeto se acercó y dijo con amabilidad:

-Pino, crecer a toda costa no es la respuesta. ¿Recuerdas lo que hablamos sobre la amistad? ¿Por qué no nos ayudamos en lugar de competir?

Pino, aunque renuente, decidió escuchar a su amigo y explicó:

-Quizás no necesitemos ser el más alto. Juntos podríamos encontrar la manera de alcanzar la estrella. ¿Podemos formarnos en un círculo?

Los árboles se pusieron de acuerdo y empezaron a crecer en formas diferentes. Se unieron, apoyando sus ramas unos a otros, formando una hermosa figura en el cielo.

Con el esfuerzo conjunto, lograron, más allá de cualquier competencia, captar la luz de la estrella de Navidad, que brillaba más intensamente que nunca.

-Pino, emocionado, dijo: -¡Miren, lo logramos! -y Abeto sonrió, contento de ver cómo todos se unieron para alcanzar su meta.

En ese nuevo espíritu de cooperación, los árboles decidieron hacer un deseo conjunto.

-Queremos que siempre haya magia en este bosque para que todos puedan seguir creciendo, juntos y felices, en armonía -dijo Pino.

La estrella, al escuchar su deseo, les sonrió. Desde ese día, los árboles aprendieron que la verdadera magia de la Navidad no estaba en ser el más alto, sino en unirse y apoyarse, iluminando el bosque con la luz de la amistad.

Y así, entre risas y agradecimientos, todos los años, los árboles recordaban esa Navidad en la que aprendieron que, juntos, podían alcanzar las estrellas.

FIN.

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