El Gran Concurso de Caramelos



Era una noche oscura y misteriosa en el colegio Primaria del Sol, donde los estudiantes de quinto año C estaban emocionados por el concurso de Halloween. El premio era un montón de dulces, y todos querían ser los que más caramelos recolectaran. Sin embargo, no solo se trataba de ganar; había un giro en esta historia que pondría a prueba la amistad y el compañerismo.

Los niños estaban listos y cargados de alegría. En el aula, Bruno, el líder del grupo, ya había comenzado a compartir su estrategia:

"Escuchá, chicos. Lo que haremos será dividirnos. Nos encontraremos después en el parque para comparar nuestros caramelos."

Todos asintieron, listos para la aventura. Lucía, una de las más creativas del grupo, sugirió:

"¡Y podríamos usar disfraces para pasar desapercibidos! No quiero que los demás nos reconozcan y nos quiten caramelos."

Esa idea entusiasmó al grupo. Así que todos se disfrazaron de criaturas diferentes: Bruno de murciélago, Lucía de bruja, Tomás de zombi, y Ana de hada. El recorrido comenzó una vez que sonó la campana, y los niños se dispersaron por los diferentes rincones del barrio, tocando puertas y gritando:

"¡Truco o trato!"

Con cada puerta, los niños recolectaban caramelos y más caramelos. El entusiasmo era contagioso y la competencia se sentía en el aire. Primero llegó a la casa de la Sra. Rosa, donde les dio caramelos de diferentes colores, y ahí se enteraron de otra parte del concurso de Halloween:

"Este año, si deciden ayudar a algún vecino en su tarea de Halloween, recibirán caramelos extra. ¡Así es que tal vez habría que pensar en eso!"

Los niños se miraron. En su mente, la idea de recolectar la mayor cantidad de caramelos estaba compitiendo con el deseo de ayudar a los demás. Al principio, todos pensaron que ayudar podría hacerlos perder tiempo y, por ende, caramelos. Pero Lucía, siempre sonriente, dijo:

"¿Y si ayudamos a la Sra. Rosa con su decoración? Me parece que sería divertido. Además, podríamos ganar más caramelos."

Bruno, pensativo, respondió:

"Puede que sí, pero necesitaríamos tiempo. ¿Estás segura?"

Sin embargo, el espíritu de ayudar fue más fuerte que el deseo de competir. Así que junto a la Sra. Rosa, decoraron su jardín con telarañas y calabazas. Cuando terminaron, la Sra. Rosa les sonrió y, agradecida, les dijo:

"Chicos, gracias por su ayuda. Tomen este saco extra de caramelos. Sé que otros niños no habrán ayudado, así que ustedes se merecen esto."

Con una bolsa llena de golosinas, el grupo continuó su búsqueda, ahora con más energía. Pero al ir avanzando, se encontraron con su compañera de clase, Valentina, quien estaba teniendo problemas con su disfraz de momia que se deshacía. Lucía, sin dudarlo, exclamó:

"¡Vamos a ayudarla, esto no se ve bien!"

Tomás, un poco escéptico, preguntó:

"Pero, ¿y nuestros caramelos?"

Bruno, mirándolos a todos, afirmó:

"Chicos, si seguimos ayudando, quizás ganemos más caramelos al final, y aunque no ganemos el concurso, sabemos que hicimos algo bueno."

Así que se acercaron a Valentina. Juntos, arreglaron su disfraz y la ayudaron a seguir su camino. Lo que no se dieron cuenta era que el gesto de ayuda había llamado la atención de un adult del barrio, que decidió darles una bolsa extra de caramelos por ser tan amables.

Finalmente, la noche terminó, y todos se reunieron en el parque. Era hora de contar los caramelos recolectados. La competencia era feroz, pero la sorpresa fue que, aunque no todos habían recolectado la misma cantidad, la unión del grupo había hecho que su bolsa total de caramelos se multiplicara. Lucía, sonriendo, proclamó:

"¡Esto es increíble! Esto significa que, aunque no ganemos como uno, ¡hemos ganado como grupo!"

Bruno, mirando las caras de sus amigos, sumó:

"Lo importante no es el número de caramelos. Lo que realmente cuenta es que nos ayudamos unos a otros y nos divertimos en el camino. Así que, ¿qué les parece si compartimos nuestras golosinas?"

Todos estuvieron de acuerdo. Repartieron los caramelos entre todos y se dieron cuenta de que a cada uno le gustaban diferentes tipos, y así su bolsa se pasó de mano en mano, riendo y disfrutando de las delicias de Halloween. La noche terminó con risas, amistad y un gran sentido de compañerismo que perduró más allá de esa noche.

Así, en el colegio Primaria del Sol, el Gran Concurso de Caramelos se convirtió en una experiencia inolvidable que enseñó a todos sobre el verdadero significado de la amistad y la generosidad, incluso en tiempos de competencia.

FIN.

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