El Gran Concurso de Dibujo de la Escuela Sol Brillante



Era un día soleado en la Escuela Sol Brillante, y todos los estudiantes estaban emocionados por el Gran Concurso de Dibujo que organizaría la maestra Clara. La profesora Clara era conocida no solo por su paciencia, sino también por su sentido del humor. Siempre decía que la risa era como el sol que iluminaba el camino hacia la felicidad.

"Hoy es un día especial, chicos. ¿Están listos para dejar volar su imaginación?" - preguntó la maestra Clara, sonriendo.

"¡Sí, maestra!" - gritaron los estudiantes al unísono, llenos de energía.

La consigna del concurso era simple: debían dibujar algo que los hiciera felices. Los estudiantes se pusieron a trabajar, cada uno con su block de hojas y lápices de colores. Mientras dibujaban, la maestra Clara caminaba entre los pupitres, mirando los trabajos y lanzando bromas.

"¿Qué dibujaste, Martín, una ballena que toca la guitarra?" - bromeó la maestra al ver el dibujo de Martín.

"Sí, maestra. ¡Es una ballena rockera!" - respondió Martín, riendo.

Con cada broma, la atmósfera se llenaba de risas. Pero entonces, ocurrió algo inesperado. Sofía, una de las estudiantes más tímidas, parecía preocupada. La maestra Clara se acercó a ella.

"¿Qué pasa, Sofía?" - le preguntó con suavidad.

"No sé qué dibujar... no me siento feliz hoy, maestra. Mis pinceles no quieren trabajar conmigo" - confesó Sofía, con la voz baja.

La maestra Clara se sentó a su lado y le dijo:

"A veces, el arte no solo se trata de lo que vemos, sino de lo que sentimos. ¿Qué te hace sentir feliz, Sofía?"

Sofía pensó por un momento y luego, iluminada por una idea, respondió:

"Me encanta hacer galletitas con mi abuela. ¡Eso me hace muy feliz!"

"¡Perfecto! Entonces dibuja eso." - la alentó Clara.

Sofía comenzaba a esbozar su dibujo con una sonrisa creciente en su rostro.

Mientras tanto, los demás estudiantes estaban transformando sus dibujos en obras de arte. Había sapos que jugaban al fútbol, unicornios que bailaban tango y hasta una hamburguesa feliz. Todo estaba lleno de creatividad y risas.

Finalmente, llegó el momento de la presentación. Todos estaban nerviosos pero emocionados. La maestra Clara decidió que todos podían compartir su trabajo.

"Recuerden, chicos, no se trata de ser el mejor dibujante, sino de compartir lo que les hace felices" - les recordó.

Uno a uno, los estudiantes presentaron sus dibujos y contaron sus historias. La sala se llenó de risas, aplausos y algunos comentarios graciosos. Cuando llegó el turno de Sofía, ella mostró su dibujo de su abuela horneando galletitas y explicó:

"Estas son las galletitas de chocolate que hacemos juntas. A veces nos reímos tanto que casi se nos quema el horno".

Todos estallaron en risas y la maestra Clara aplaudió con entusiasmo.

"Ese es el espíritu, Sofía. La felicidad se comparte en cada bocado y en cada risa".

La maestra decidió que en vez de un ganador, todos eran ganadores. Llenó un paquete con galletitas de chocolate y se las dio a todos como premio.

"Ahora, quiero que todos ustedes se comprometan a dibujar algo nuevo que les haga felices cada mes. ¿Qué les parece?" - sugirió la maestra.

"¡Sí, sí, sí!" - gritaron, entusiasmados.

Así, el Gran Concurso de Dibujo no solo fue un día de creatividad, sino que también un día para descubrir lo que realmente los hacía felices. Esa tarde, todos regresaron a casa con sonrisas en sus rostros y una nueva promesa de seguir explorando la alegría a través del arte.

Con el tiempo, el concurso de dibujo se convirtió en una tradición en la Escuela Sol Brillante, y la risa y la felicidad se volvieron parte de cada rincón del aula gracias a la querida maestra Clara.

Y así, Sofía aprendió que a veces, solo hacía falta recordar lo bueno para volver a brillar.

FIN.

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