El Gran Concurso de Dinosaurios



Había una vez, en un mundo muy lejano, un pueblo de dinosaurios llamado Dinolandia. Allí vivía un pequeño y curioso dinosaurio llamado Dino, que soñaba con ser el más veloz de todos. Dino era un Dino-raptor, conocido por su agilidad y energía.

Un día, mientras jugaba en el parque con sus amigos, escuchó un entusiasmo general.

"¡Dino! ¡Dino!" - gritó Tino, su mejor amigo, un Triceratops muy fuerte. "¡Hay un concurso de velocidad! Los mejores dinosaurios de Dinolandia vendrán a competir".

"¡Eso suena increíble! ¡Quiero participar!" - respondió Dino con muchísima emoción.

Dino se preparó para el gran día. Corrió, saltó y practicó todos los días. Pero un día, mientras entrenaba, tropezó y cayó.

"¡Ay! No voy a poder competir así" - dijo Dino triste, lamentando su pequeño accidente.

Justo en ese momento, se acercó Sara, una simpática Stegosaurus.

"No te preocupes, Dino. Todos cometemos errores. Es importante levantarse y seguir intentándolo" - le dijo con una sonrisa.

Inspirado por las palabras de Sara, Dino decidió que no se rendiría. Siguió practicando, y poco a poco se fue sintiendo mejor. El día del concurso llegó, y el parque se llenó de dinosaurios de todos los tamaños.

El jurado, formado por un enorme Brachiosaurus y un astuto Pterodáctilo, dio el inicio a la carrera.

"¡Que comience la competencia!" - gritó el Brachiosaurus, mientras todos los dinosaurios rugían de emoción.

Dino estaba muy nervioso, pero recordó lo que le había dicho Sara.

"¡Voy a dar lo mejor de mí!" - se dijo a sí mismo.

La carrera comenzó, y los dinosaurios salieron disparados. Dino corrió rápidamente, pero se dio cuenta de que había un gran Apatosaurus a su lado que iba mucho más rápido.

"¡Oh no! No voy a ganar esta vez" - pensó, triste otra vez.

Pero de repente, el Apatosaurus se tropezó con una piedra y cayó.

"¡Eso fue inesperado!" - exclamó el Pterodáctilo volando por encima.

Dino vio su oportunidad; en lugar de desanimarse, aceleró su paso y se concentró. En un momento, pasó corriendo junto a todos sus amigos, gritando.

"¡Voy, voy, voy!" - gritaba con todas sus fuerzas.

Cerca de la meta, Dino notó que había un pequeño dinosaurio, un Compsognatus, que estaba atascado en unos arbustos.

"¡Ayuda! No puedo salir!" - dijo el pequeño.

Dino, sin dudarlo, se detuvo y corrió hacia él.

"¡No te preocupes, te ayudaré!" - exclamó Dino, mientras movía las ramas para liberar al pequeño.

Finalmente, el Compsognatus pudo salir.

"¡Gracias, Dino! Sos un héroe!" - dijo el pequeño agradecido.

Después de ayudarlo, Dino se dio cuenta de que había perdido tiempo en la carrera, pero tenía una gran sonrisa en su cara.

Continuó corriendo con todo el empeño que tenía y finalmente cruzó la meta.

Aunque no llegó en primer lugar, todos sus amigos lo vitoreaban.

"¡Dino! ¡Sos un campeón!" - gritaron.

Y el Pterodáctilo anunció:

"El verdadero ganador de esta carrera es Dino, por su gran corazón y valentía para ayudar a los demás!"

Dino se dio cuenta de que ganar no siempre es lo más importante. Lo mejor de todo era el sentimiento de haber ayudado a un amigo.

A partir de ese día, Dino siguió corriendo, pero también aprendió a compartir su tiempo con los demás, haciendo de Dinolandia un lugar mejor para todos los dinosaurios.

Y así, Dino se convirtió en un gran ejemplo para sus amigos, porque ser el más rápido no siempre es lo que cuenta, sino tener un gran corazón.

FIN.

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