El Gran Concurso de Escucha



Había una vez en el colorido pueblo de Sonrisas, un grupo de amigos: Lila, un perrito curioso; Tito, un gato juguetón; y Violeta, una tortuga sabia. Un día, el alcalde del pueblo, Don Oído, anunció un concurso especial en la plaza:

"¡Queridos habitantes! Los invito a participar del Gran Concurso de Escucha, donde aprenderemos lo importante que es escuchar. ¡Habrá un premio espectacular: un viaje a la Isla de los Cuentos!" - dijo Don Oído mientras sus bigotes vibraban de emoción.

Los amigos se miraron emocionados.

"¡Debemos participar!" - exclamó Lila.

"Sí, pero habrá que prestar mucha atención para ganar," - agregó Tito, mientras jugaba con su pelota.

"Y no olviden que escuchar es más que oír," - recordó Violeta con una sonrisa.

Esa tarde, todos se reunieron en la plaza. El concurso comenzaba con un juego de preguntas: cada niño debía escuchar atentamente un cuento que contaría Don Oído. En el primer cuento, un dragón ayudaba a un campesino.

"¿Quién ayudó al campesino?" - preguntó Don Oído.

Todos los niños levantaron la mano emocionados, pero Lila fue la única que recordó.

"¡El dragón!" - gritó.

Los demás se miraron confundidos. No se habían fijado bien y no escucharon los detalles.

El siguiente juego era sobre las historias de las estrellas. Los amigos debían escuchar una música suave mientras Don Oído relataba cómo cada estrella tenía un cuento propio. Al terminar, Don Oído les preguntó:

"¿Qué estrella es la más brillante?"

Nadie respondió correctamente, y titanes de alegría perdieron una oportunidad más. Lila y Tito comenzaron a preocuparse, pero Violeta permaneció tranquila.

"Todavía no hemos perdido. Vamos a concentrarnos mejor en la próxima prueba," - dijo Violeta alentando a sus amigos.

El cuarto desafío fue la prueba de la vida marina. Para esta competencia, debían sentarse junto al lago y escuchar el dulce murmullo del agua. Serían testigos de una serie de sonidos. Don Oído les preguntó:

"¿Cuántos peces se escucharon saltar?"

Esta vez, Lila, Tito y Violeta se concentraron. Cada uno debía contar en silencio mientras escuchaban.

"Yo escuché tres saltos," - dijo Tito admirado.

"Y yo escuché cuatro," - dijo Lila sorprendido.

"Pero en realidad fue sólo uno," - comentó Violeta con una mirada sabia.

Los amigos miraron a Violeta con sorpresa.

"¿Cómo lo supiste?" - preguntó Lila.

"Porque escuché con atención y no sólo con mis oídos, sino con mi corazón. A veces, lo más importante es lo que no se dice," - explicó Violeta, y así se dieron cuenta de que el escuchar no era solo oír las palabras, sino entender lo que realmente se sentía.

Al final del concurso, Don Oído aplaudió.

"¡Felicidades a todos! Todos escucharon mejor que la vez anterior, pero quiero dar un premio especial a aquellos que aprendieron a escuchar de verdad," - dijo y entregó un hermoso trofeo a Lila, Tito, y sobre todo a Violeta.

Los amigos saltaron de alegría. Entendieron que la verdadera escucha les daba una nueva oportunidad de conectar con el mundo y entre ellos.

"¡Gracias, Violeta!" - dijeron todos juntos.

"Nunca pensé que escuchar pudiera ser tan divertido," - dijo Tito, y Lila asintió mientras todos reían felices.

Desde ese día, los amigos practicaron la escucha activa en todo lo que hacían. Agradecían cada historia que oían y entendían que la escucha era algo mágico que les acercaba más como amigos. Un día, Lila, Tito y Violeta decidieron compartir lo que aprendieron con todos en el pueblo. Así, Sonrisas se volvió un lugar donde todos se escuchaban y se entendían mejor.

Y así, vivieron felices, comprendiendo que a veces, el mejor regalo que podemos dar es simplemente escuchar con atención a los demás.

FIN.

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