El Gran Concurso de Juguetes



En un pequeño barrio de Buenos Aires, un niño llamado Mateo tenía una habitación llena de juguetes. Sin embargo, había un gran problema: sus juguetes estaban siempre desordenados. Aunque a Mateo le encantaba jugar, nunca dedicaba tiempo a recogerlos. Primero, su madre, la señora Marta, le decía con una sonrisa:

"Mateo, es importante cuidar y ordenar tus cosas. ¿No te gustaría jugar en un lugar limpio y organizado?"

Mateo, con su energía ilimitada, solo quería volver a jugar y respondía:

"Sí, mamá, pero ahora estoy construyendo la ciudad más grande del mundo con mis bloques. ¡Es increíble!"

Los días pasaron y la habitación de Mateo se convirtió en un verdadero campo de batalla. Había pelotas bajo la cama, muñecos por todas partes y bloques apilados en lugares raros. Un día, mientras buscaba su héroe de acción favorito, Mateo tuvo una idea. Tal vez, si sus juguetes pudieran hablar, le ayudarían a poner orden. Sin pensarlo dos veces, gritó:

"¡Juguetes! ¡Necesito su ayuda!"

Ese mismo instante, algo mágico sucedió. Todos los juguetes comenzaron a cobrar vida. El robot de plástico se movió hasta la ventana y la muñeca dijo:

"¿Qué hacemos, Mateo?"

"¡Claro! ¡Ayúdenme a volver a encontrar mis cosas!"

Los juguetes comenzaron a reorganizarse por sí mismos. El coche de carreras emprendió una búsqueda por la habitación, el oso de peluche trataba de levantar los bloques desparramados, mientras que el jigsaw, la caja de piezas para armar, se movía muy emocionado.

"¡Mateo! ¡Queremos estar ordenados para que nos puedas disfrutar más!"

"¡Eso está genial! Pero... ¿cómo lo hacemos?"

"Podemos hacer un concurso, por equipos, para ver quién ordena más rápido. ¡Eso nos hará divertirnos!" propuso la muñeca.

Y así fue como Mateo, con la ayuda de sus juguetes, organizó el primer Gran Concurso de Juguetes. Cada juguete se unió a un equipo y comenzaron a recoger.

"¡Yo soy del equipo de los bloques!" dijo el robot.

"Y yo del equipo de los autos!" agregó un pequeño auto rojo.

El concurso comenzó y mientras los juguetes competían, Mateo se dio cuenta de lo mucho que le gustaba el desorden, pero también lo importante que era cuidar de sus cosas. Cuando el cronómetro sonó, ¡la habitación lucía completamente diferente! Todos los juguetes estaban ordenados y brillantes.

"¡Lo logramos! ¡Felicidades, equipo!" gritó el robot.

"Ahora siempre podemos mantenernos ordenados si jugamos juntos," dijo el oso de peluche.

Mateo sintió una gran alegría al ver lo bien que se veía su habitación.

"Mamá, ¡mirá! ¡Hice un concurso y ahora está todo ordenado!" exclamó.

La señora Marta entró y sonrió al ver lo que habían logrado.

"¡Qué bien, Mateo! Estoy muy orgullosa de vos por haber jugado en equipo. Siempre recuerda que cuidar de nuestras cosas también es jugar con respeto y amor."

"Sí, mami. Ahora entiendo que jugar y ordenar pueden ir de la mano. Mis juguetes me enseñaron una gran lección," respondió Mateo emocionado.

Desde ese día, Mateo no solo se divirtió jugando, sino que también aprendió a cuidar y ordenar sus cosas. Cada viernes, hacía su Gran Concurso de Juguetes y todos sus amigos se unían. La diversión aumentaba y las risas también. Y así, con el tiempo, su habitación se convirtió en un lugar lleno de alegría y creatividad, donde todos los juguetes tenían su lugar y cada juego era aún más especial.

FIN.

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