El Gran Concurso de la Comunicación
Había una vez en el colorido pueblo de Charlandia, donde todos los habitantes eran muy comunicativos y siempre compartían historias. Un día, el alcalde, el Sr. Mantequilla, decidió organizar un Gran Concurso de la Comunicación para encontrar la mejor manera de contar una historia. La noticia corre rápido, y todos estaban muy emocionados.
"¡Este concurso será increíble!", dijo Lila, una niña que adoraba contar cuentos.
"Sí, y yo tengo la mejor idea!", exclamó su hermano Nico, quien siempre era bueno dibujando.
Mientras tanto, otros niños ya estaban planeando sus presentaciones. Estaba Tomás, que había decidido contar un chiste que había escuchado en la escuela, y las gemelas Sofía y Valentina, que querían hacer un teatro de sombras.
La semana antes del concurso, los niños se reunieron en el parque para practicar.
"¿Cómo te preparás, Lila?", le preguntó Sofía.
"Escribí un cuento sobre un pez que quiere volar. Creo que es muy divertido y también un poco emocionante", respondió Lila.
Nico, por su parte, se dedicó a dibujar imágenes del pez volador. Cada vez que Lila contaba su historia, él agitaba sus dibujos para hacerla más vívida.
"¡Esto es genial!", dijo Tomás, que había llegado con su chiste.
"¿Cuál es tu chiste, Tomás?", preguntó Valentina.
"¿Por qué el libro de matemáticas se deprimió? Porque tenía demasiados problemas!", dijo Tomás riendo.
El día del concurso llegó, y el pueblo se llenó de emoción. Todos se reunieron en la plaza y un gran escenario brillaba a la luz del sol. El Sr. Mantequilla subió al escenario y dio la bienvenida a todos.
"Hoy estamos aquí para celebrar la comunicación y la creatividad. ¡Diviértanse y deslumbren a la audiencia!", dijo el alcalde.
Lila fue la primera en presentarse. En cuanto empezó a contar su historia, los niños la escuchaban con atención, mientras Nico movía sus dibujos.
"¡Y entonces el pez voló alto hacia las nubes!", terminó Lila emocionada.
La multitud estalló en aplausos.
"¡Fue maravilloso!", dijo Sofía emocionada.
"Lo mejor que escuché", agregó Tomás.
Luego fue el turno de Tomás, que se puso muy nervioso.
"¿Y si a nadie le gusta mi chiste?", pensó. Pero cuando lo contó, la risa fue ensordecedora. Todos los niños reían a carcajadas.
"¡Sos un genio, Tomás!", le dijeron.
Las gemelas hicieron su teatro de sombras e hicieron que todos gritaran de alegría con sus personajes vivaces. La plaza estaba llenísima de risas y entretenimiento.
Después de todas las presentaciones, el jurado se reunió para deliberar. Los niños estaban nerviosos.
"¿Creés que ganamos?", le preguntó Valentina a Sofía.
"No estoy segura, pero lo importante es que nos divertimos mucho", respondió Sofía.
Finalmente, el alcalde regresó al escenario para anunciar al ganadores.
"Este año, el premio a la mejor comunicadora es para… ¡Lila!", exclamó el Sr. Mantequilla. Lila se sorprendió y sonrió.
"¡Muchas gracias! No podría haberlo hecho sin la ayuda de mi hermano!", dijo Lila abrazando a Nico.
"¡Felicitaciones!", gritaron todos.
"Pero todos fueron increíbles. ¡Todos merecen un premio!", dijo el alcalde con una sonrisa.
Así fue como el Sr. Mantequilla decidió que todos los participantes recibirían un medallón que decía 'El Poder de la Comunicación'. En ese momento, los niños comprendieron que no importa quién ganó, lo único que importaba era su valentía de compartir sus historias.
Desde entonces, Charlandia celebró cada año el Gran Concurso de la Comunicación, no solo por el espectáculo, sino porque trajo a todos más cerca a través de las historias y la diversión. Y así, la comunicación y la creatividad florecieron en el pueblo, convirtiéndose en el espíritu de la comunidad.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.