El Gran Concurso de la Limpieza
En el colorido barrio de Villa Alegría, todos los niños y niñas solían jugar en la plaza central. Entre risas y juegos, tenían un lugar especial donde guardaban todos sus juguetes: la gran cajuela azul de Don Mario, un amable vecino que siempre les sonreía desde su jardín.
Un día, mientras todos jugaban a la pelota, la cajuela se llenó tanto que ya no cabían más cosas. "¡Hoy no puedo más!"-, exclamó Don Mario. "Los juguetes ya no tienen espacio. Necesito que todos ustedes aprendan a recoger después de jugar", dijo con una sonrisa pero con un tono de alerta.
A los niños, esto no les gustó nada. No entendían por qué debían limpiar. Así que comenzaron a murmurar entre ellos:
"¿Por qué tenemos que hacerlo? ¡Es aburrido!" -dijo Sofía.
"Sí, queremos jugar más!" -agregó Tomi, pateando la tierra con su pie.
Sin embargo, esa tarde, Don Mario decidió que era el momento de enseñarles una lección valiosa. "¡Haremos un concurso!"-, anunció de repente, capturando la atención de todos. "Quien recoja más juguetes en diez minutos, ¡recibirá una sorpresa especial!".
Todos se miraron emocionados, pero también preocupados.
"¿Y si no puedo recoger tantos juguetes?" -preguntó Rama, el pequeño de la pandilla.
"No te preocupes, lo importante es ayudar y trabajar en equipo", explicó Don Mario.
Los niños comenzaron a organizarse. "¡Yo me encargo de los bloques!" -gritó Lula, mientras empezaba a juntarlos.
"Yo llevo las pelotas", añadió Miguel, corriendo hacia donde estaban sus juguetes.
El ambiente se llenó de energía y, para sorpresa de todos, además de correr de un lado a otro, se comenzaron a reír y a hablar entre ellos, disfrutando del desafío. Cuando llegó el tiempo límite, Don Mario contó los juguetes.
"¡Impresionante! Han recogido más de la mitad de la cajuela en tan poco tiempo", exclamó, mirando a todos con admiración.
"Y ahora, la sorpresa", dijo mientras sacaba un recipiente lleno de helados.
"¡Siiii!" -gritaron todos al unísono, llenos de alegría.
Mientras disfrutaban de sus helados, comenzaron a reflexionar sobre la experiencia. "Con lo lindo que fue jugar, no me di cuenta de que limpiar podría ser tan divertido", comentó Sofía mientras saboreaba su helado.
"Sí, me gustó juntar juguetes con todos. Parece una aventura", agregó Tomi con una sonrisa.
Desde entonces, los niños de Villa Alegría decidieron hacer un trato: cada vez que jugaran, también recogerían sus juguetes. Decidieron llamarlo "El Gran Concurso de la Limpieza"- y cada sábado se organizaban para jugar y limpiar juntos, convirtiendo el final del juego en una parte divertida y emocionante de su día.
Así, con el tiempo, la cajuela de Don Mario siempre estuvo ordenada, y la plaza de Villa Alegría se volvió más alegre con risas y juegos. Ya no había necesidad de advertencias, porque todos aprendieron a recoger lo que utilizaban, convirtiendo el barrio en un lugar mágico y ordenado.
Y así, los niños de Villa Alegría no solo se llevaron helados como recompensa, sino también un gran aprendizaje que los acompañaría toda la vida: ayudar y trabajar en equipo puede transformar cualquier tarea en una actividad divertida y especial.
FIN.