El Gran Concurso de la Naturaleza
En un pequeño bosque lleno de vida, donde los árboles se mecen con el viento y los ríos susurran melodías, vivía un grupo de amigos muy especiales: Lucero del Alba, el Sol, la Luna y las Estrellas. Cada uno tenía un talento único, y un día decidieron organizar un concurso en el que cada participante tendría que mostrar por qué era especial.
Lucero del Alba, una preciosa luciérnaga, fue la primera en hablar. "¡Yo puedo iluminar el camino en la oscuridad! Siempre ayudo a los animales a encontrar su hogar al caer la noche"-, dijo, brillando con una intensidad especial.
El Sol, radiante y cálido, sonrió y dijo: "Yo traigo la luz y la energía. Sin mí, nada podría crecer. Los árboles florecen, las flores abren sus pétalos, y los animales tienen energía para jugar"-.
La Luna, suave y serena, añadió: "Y yo cuido de los sueños. Todos los seres vivos reposan tranquilos bajo mi luz plateada. Paseo entre las nubes, velando por quienes duermen"-.
Las Estrellas, que siempre brillaban en el cielo, se unieron a la conversación. "Nosotros traemos belleza a la noche. Cada una de nosotras tiene una historia que contar, y guiamos a los viajeros perdidos"-.
Los animales del bosque, intrigados, decidieron participar también. Primero, un pequeño zorro se acercó. "¡Yo soy ágil y veloz! Puedo enseñarle a cualquiera a correr rápido entre los arbustos"-.
Luego, una voz suave y melodiosa, la de una pequeña ave, se escuchó. "Yo canto hermosas canciones por las mañanas para despertar a todos"-.
Pero en medio de la emoción, un gran desafío apareció. Una gaviota, al ver que todos estaban tan entusiasmados, quiso impresionar a todos. "¡Voy a llevarme el concurso! Puedo volar más alto que ninguno de ustedes"-, gritó desafiando a los demás.
Todos se miraron, un tanto preocupados. "¿Y cómo lo harás?"-, preguntó el Sol. "Voy a llegar a la cima de la montaña más alta y demostrar que soy la mejor"-.
Así que los amigos decidieron que el concurso tendría lugar en la cima de la montaña. Todos comenzaron a prepararse para el gran día. Organizaron un viaje a la montaña, y a medida que ascendían, cada uno mostraba su talento. Los animales se divertían saltando y jugando, mientras Lucero del Alba iluminaba el camino en los tramos más oscuros.
Al llegar a la cima, la Gaviota comenzó: "¡Ahora verán lo que puedo hacer!"-, y voló tan alto que desapareció por un instante. Sin embargo, la Gaviota no anticipó un gran viento que se levantó de repente. Mientras intentaba mantenerse en vuelo, empezó a perder el control.
El Sol y la Luna, al ver que la Gaviota tenía problemas, se miraron y decidieron ayudarle. La Luna brilló con toda su fuerza, iluminando el camino de regreso, y el Sol lo cubría con su calor, dándole valor. "¡Vuelve!"-, gritó el Sol. "¡Estoy aquí para ayudarte!"-.
La Gaviota, al escuchar sus voces, recordó que no estaba sola. "¡Ayúdenme!"-, llamó con desesperación. Las Estrellas comenzaron a titilar como si le dieran ánimo, haciendo que la Gaviota se sintiera un poco más valiente.
Al final, con un esfuerzo increíble y gracias a la luz del Sol y la guía de la Luna, la Gaviota logró aterrizar sanamente en la cima de la montaña. Todos aplaudieron emocionados. "Lo hiciste, amiga, ¡estás a salvo!"-, exclamó el pequeño zorro.
La Gaviota, agradecida, se dio cuenta de que la verdadera victoria no era ganar el concurso, sino tener amigos que la apoyaran. "Lo siento, amigos. Creí que tenía que ser la mejor, pero ahora sé que juntos somos más fuertes"-.
Así, en lugar de un concurso, celebraron una fiesta llena de risas, juegos y canciones. Todavía recordaban el momento en que habían enfrascado a la Gaviota, y en ese sentido compartido, entendieron que lo más importante era valorar las diferencias de cada uno y cómo trabajando juntos podían enfrentar cualquier desafío.
Desde ese día, el bosque se llenó de historias sobre la valentía, la amistad y la diversidad. Y así, Lucero del Alba, el Sol, la Luna, las Estrellas y todos los animales aprendieron que cada uno tenía un papel importante en el gran espectáculo llamado vida. Juntos iluminaron el cielo y el bosque, llenando el mundo de magia y maravillas, siempre recordando que indivisiblemente, el amor y la amistad eran los verdaderos tesoros.
Y así, todos los días, al caer la tarde, el bosque relucía con las risas y las historias de quienes aprendieron a valorarse unos a otros, iluminando el camino para todos aquellos que soñaran con llegar a lo más alto.
FIN.