El Gran Concurso de las Princesas



En un reino lejano donde la magia y la alegría reinaban, se organizó un Gran Concurso de las Princesas. La noticia se esparció rápidamente y todas las princesas de los distintos reinos estaban emocionadas por participar. El reto del concurso era mostrar que, más allá de su belleza, cada una tenía un talento especial que compartir con el mundo.

El día del concurso, las princesas se reunieron en un hermoso jardín lleno de flores que brillaban bajo el sol. Entre ellas estaban Ariel, la sirena; Bella, la amante de los libros; y Rapunzel, con su larga cabellera dorada.

"¡Estoy tan emocionada!", exclamó Ariel. "Voy a mostrarles cómo canto y hago burbujas mágicas del mar!".

"Yo haré una lectura de mi libro favorito y contaré una hermosa historia", dijo Bella con una sonrisa.

"Y yo les enseñaré a pintar hermosos murales", agregó Rapunzel, sosteniendo sus pinceles.

Las princesas estaban listas para brillar, pero también había otra princesa que no era tan conocida: Merida, la valiente princesa escocesa que amaba la aventura y el tiro con arco. Merida observaba a las demás princesas desde un rincón.

"¡Vamos, Merida! Participá también!", la animó Rapunzel.

"No sé... no tengo un talento como el de ustedes", respondió Merida con desánimo.

Un día antes del concurso, Merida se sentó en un árbol solitario con su arco y flechas. De repente, una ardilla se le acercó y le dijo:

"¿Por qué tan triste, princesa?".

"Porque no tengo un talento especial como las otras princesas", respondió Merida.

"Pero cada uno de nosotros tiene algo único en nosotros. No te compares con los demás, encuentra tu propia voz", le aconsejó la ardilla.

Inspirada por las palabras de la ardilla, Merida decidió que participaría. ¡Era hora de demostrar su habilidades! Se pasó la noche practicando y creando un espectáculo emocionante.

Finalmente llegó el día del concurso. Una a una, las princesas fueron mostrando sus talentos. Ariel deleitó a todos con sus cantos marinos, Bella narró una aventura mágica y Rapunzel pintó un mural que dejaba a todos boquiabiertos.

Cuando llegó el turno de Merida, sintió un cosquilleo en el estómago pero decidió no dejarse vencer. Confiada, se dio un respiro y afinó su arco.

"Voy a mostrarles mi habilidad en el tiro con arco", anunció. La audiencia murmuró intrigada.

Merida apuntó con gran precisión y lanzó su flecha, dando en el centro de un blanco decorado con imágenes de leyendas escocesas. La multitud estalló en aplausos.

"¡Bravo, Merida!", gritaron las princesas.

Al final del concurso, el jurado, compuesto por reyes y reinas de los alrededores, decidió que todas las princesas merecían ser coronadas. Cada una había demostrado que la belleza y el talento vienen en muchas formas y colores.

"Estamos aquí para celebrar nuestra diversidad y apoyarnos mutuamente", dijo el rey, haciendo un gesto hacia Merida.

"Estar diferente y ser tú misma es lo que realmente cuenta", agregó la reina.

A partir de ese día, Merida se unió a las otras princesas en nuevas aventuras, demostrando que cada una tiene algo valioso que ofrecer al mundo. Juntas aprendieron que el verdadero talento no solo es lo que hacemos, sino también quiénes somos.

Y así, en ese lejano reino, las princesas siguieron inspirándose mutuamente, creando un lazo inquebrantable de amistad que las acompañaría para siempre.

FIN.

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