El Gran Concurso de las Tortugas Rápidas
En un pequeño pueblo en las sierras de Córdoba, donde los arroyos cantan y los árboles cuentan historias, vivía un grupo de tortugas muy peculiares. Pero no eran tortugas comunes y corrientes, ¡no, señor! Estas tortugas eran las más rápidas del mundo, ¡o al menos eso creían!
Una mañana, llegó al pueblo un anuncio volador que decía: "¡Gran Concurso de Velocidad de Tortugas! El ganador se llevará un año completo de lechuga fresca y jugosa!" El gran premio hizo que todas las tortugas del pueblo se llenaran de entusiasmo.
"¡Yo ganaré!" dijo Concita, una tortuga con un gran caparazón amarillo.
"No hay forma de que me derrotes, Concita!" respondió Tito, el tortugo más veloz de la zona, con un brillo de competitividad en sus ojos.
A medida que se acercaba el día del concurso, todos los animales del bosque se preparaban para asistir. Los patos hacían pancartas, los ciervos organizaban las sillas y las ranas se encargaban de la música. El día del concurso, todo era un festín.
Las tortugas se alinearon en la línea de partida. Concita estaba muy nerviosa. "¿Qué pasa, Concita?" le preguntó Tito. "Es que... nunca he corrido en una competición. ¿Y si me da un calambre en la pata?"
"¡No seas ridícula, Concita!" le contestó Tito, "hay un montón de tortugas lentas. Lo único que tenés que hacer es seguir avanzando."
En el momento en que sonó el disparo, todas las tortugas comenzaron a avanzar lentamente. Pero algo inesperado sucedió... La tortuga más lenta, llamada Lenta, tenía un plan: ella no corría. En lugar de eso, decidió bailar. Lenta empezó a mover sus patas al ritmo de la música de las ranas, y por alguna extraña razón, todos comenzaron a reírse y a unirse a su danza.
"Mirá eso", dijo Tito con sorpresa. "¿Es una carrera o un baile?"
"¡Es una fiesta!" gritó Concita.
Mientras las demás tortugas bailaban, Concita y Tito decidieron dejar de competir por un momento y se unieron a la divertida danza. La carrera se convirtió en un verdadero espectáculo de danza entre tortugas, donde cada una mostraba sus mejores movimientos.
Cuando Lenta finalmente terminó de bailar, se dio cuenta de que no había llegado a la meta, pero eso no le importó. Todos los animales aplaudían con entusiasmo.
"¡Esto fue increíble!" dijo Concita, todavía con el sudor en la frente.
"Podemos hacer un festival de danza todos los años" sugirió Tito.
"¿Y el premio de la lechuga?" preguntó Lenta.
"¡Podemos compartirlo y hacer una ensalada enorme para todos!" propuso Concita.
Desde ese día, en lugar de pensar en carreras, las tortugas decidieron organizar un festival de danza. Aprendieron que, aunque no siempre ganen, lo importante es disfrutar del momento y compartir risas con los amigos.
Y así, todos los años, las tortugas hicieron su gran festival, demostrando que a veces, la diversión supera cualquier premio.
¿Y quién ganó el premio de la lechuga? Ninguno. Todos disfrutaron del mismo plato enorme, enero tras enero, rodeados de risas y buena compañía. ¡Hasta hoy!
FIN.