El Gran Concurso de los Números
Érase una vez, en un colorido pueblo llamado Númerolandia, donde los números caminaban y hablaban. Todos los números del 0 al 100 vivían en armonía, jugando y aprendiendo juntos. Sin embargo, había un número que se sentía un poco distinto: el número 0.
"Yo no tengo valor, solo soy un espacio vacío" - se lamentaba el 0, solo en su casa de algodón de azúcar.
Los demás números trataban de consolarlo, pero el 0 seguía triste. Un día, la alcaldesa Cien, un número muy sabio y respetado, anunció un gran concurso.
"¡Atención, atención! Mañana haremos el Gran Concurso de los Números, donde cada número podrá mostrar su valor y su importancia" - proclamó la alcaldesa con voz firme.
Los números se emocionaron, pero el 0 se sintió aún más triste. ¿Para qué participar si no creía que tenía valor? Sin embargo, sus amigos, el 1 y el 2, decidieron ayudarlo.
"Vamos, 0, ¡no te desanimes! Juntos podemos mostrarle al mundo lo importante que sos" - animó el 1.
"Sí, sin vos, no seríamos completos. ¡Los números necesitan de tu existencia!" - agregó el 2.
El 0 pensó un momento y decidió intentarlo. Al día siguiente, todos los números se reunieron en la plaza para el concurso. Cada uno mostró sus talentos: el 1 hacía piruetas, el 2 bailaba el tango, el 3 contaba chistes. Cuando llegó el turno del 0, estaba muy nervioso.
"¿Qué voy a hacer? No tengo nada especial" - murmuró. Pero sus amigos lo alentaron.
"Solo tenés que ser vos mismo, eso será suficiente" - le dijo el 2.
El 0 dio un pequeño paso adelante y, con voz temblorosa, habló al público.
"Hola a todos, soy el 0. Tal vez no parezca importante, pero sin mí, los otros números no existirían como tal".
Los números se miraron interesados, y el 0 continuó.
"Si miro a mi alrededor, veo que gracias a mí, el 10 es un número, porque soy el que le da valor. Sin mí, cederían a ser solo 1, 2 o 3. ¡Soy fundamental!"
El público estalló en aplausos y vítores.
"¡Bravo, 0! Tienes razón, sos esencial para que los demás números existan!" - gritó el 1 emocionado.
Tanto el 2 como los demás números se unieron en una ovación. El 0 se sintió más feliz que nunca. La alcaldesa Cien habló nuevamente.
"Así es, querido 0. Todos tenemos un lugar en Númerolandia. Recordemos que cada uno de nosotros, desde el 0 hasta el 100, tiene un papel valioso en el mundo".
El concurso terminó, y todos los números celebraron juntos. El 0 se dio cuenta de lo verdaderamente especial que era, no solo como un número, sino también como un amigo. Por fin entendió que contar del 0 al 100 era importante, porque cada número tiene un valor único que contribuye a la grandeza de Númerolandia.
Desde aquel día, cada vez que un niño aprendía a contar en el pueblo, el 0 era celebrado como el inicio de un gran viaje en el mundo de los números. Y así, el 0 nunca volvió a sentirse solo nuevamente. Todos lo querían y valoraban por lo que era: el primer número de la gran familia de Númerolandia.
FIN.