El Gran Concurso de Mascotas
Era un día soleado en la escuela primaria "Los Pequeños Exploradores". La profesora Ana llegó emocionada al salón de clases. Hoy se anunciaría el gran concurso de mascotas, y todos los alumnos tenían la oportunidad de contarle a la clase sobre la suya.
"¡Buenos días, chicos! Hoy empezamos con el concurso de mascotas. Cada uno de ustedes podrá presentar a su amigo animal, escamoso o con plumas," dijo la profesora, sonriendo.
Los niños se miraron ilusionados. Todos amaban a sus mascotas.
"Yo tengo un perro llamado Rocky. ¡Es el más juguetón del mundo!" gritó Juan.
"Yo tengo una gato que se llama Luna. Es muy cariñosa y siempre quiere jugar conmigo," agregó Ana.
La profesora Ana escuchaba atentamente. Cada uno iba compartiendo historias sobre sus mascotas, pero había un niño en la esquina, Martín, que se quedaba en silencio, mirando por la ventana.
"¿Martín, te gustaría contarnos sobre tu mascota?" le preguntó la profesora.
Martín suspiró y respondió,
"No tengo mascota... Pero siempre he querido tener una. Mi mamá dice que no tenemos suficiente espacio en casa."
Los demás niños miraron a Martín con compasión.
"¿Podrías ayudarnos a cuidar a nuestras mascotas?" propuso Ana.
A todos se les iluminó la cara de alegría, y decidieron que Martín podría ser parte del equipo para cuidar de las mascotas durante el concurso.
En los días siguientes, la clase comenzó a prepararse. Todos se turnaban para llevar a sus mascotas al salón. Rocky y Luna se llevaban muy bien, correteando por el aula mientras los niños reían.
Pero un día, mientras los niños jugaban, Luna se escapó por la ventana abierta. Todos empezaron a entrar en pánico.
"¡Luna! ¡Vuelve!" gritó Ana, corriendo detrás de ella.
"No te preocupes, vamos a encontrarla juntos," dijo Juan, decidido.
"Martín, ¿puedes ayudarnos a buscarla?"
Martín se sintió importante y emocionado.
"¡Sí! ¡Vamos!" dijo Martín, mientras todos se unían para buscar a Luna.
Recorrieron el patio de la escuela y llamaron a Luna por su nombre. Mientras buscaban, Martín recordó cómo cuidaría de un gato si tuviera uno.
"Luna no se alejaría mucho, seguramente la encontraremos cerca de los árboles", dijo Martín.
Finalmente, entre risas y gritos, encontraron a Luna tratando de atrapar una mariposa bajo un arbusto.
"¡Aquí está!" exclamó Juan, emocionado.
Todos estaban felices y aliviados de ver que Luna estaba bien.
"Gracias, Martín. Sin ti, tal vez no la hubiéramos encontrado tan rápido," dijo Ana con una sonrisa.
"¡Sí! ¡Eres un gran miembro del equipo!" añadió Juan.
La clase se dio cuenta de lo importante que era cuidar de las mascotas, y con el tiempo, Martín encontró su lugar en el grupo. Cada vez que un compañero necesitaba ayuda con sus mascotas, él estaba ahí.
Cuando llegó el día del concurso, la profesora Ana decidió que todos los niños y sus mascotas merecían un premio.
"Hoy todos han demostrado ser amigos responsables y amorosos con sus mascotas. Por lo tanto, ¡todos reciben un medalla!" anunció, levantando las medallas brillantes.
Todos aplaudieron y celebraron. Cada uno se sintió especial.
"¡Gracias, profe! Ahora sabemos que cuidar a nuestras mascotas es una gran aventura, pero también un gran compromiso," dijo Martín.
"Y aprender a cuidar de otros, ¡nos hace mejores amigos!" agregó Ana.
Desde ese día, Martín, Juan, Ana y todos los demás niños aprendieron que cuidar de una mascota no solo es importante, sino que construir amigos y compartir responsabilidades es fundamental. Y así, cada uno se fue a sus casas pensando en cómo podrían mejorar el cuidado de sus mascotas, y Martín soñando con el día que él también tendría la suya.
FIN.