El Gran Concurso de Rítmica Musical



Había una vez en un colorido pueblito llamado Melodía, donde cada año se celebraba el Gran Concurso de Rítmica Musical. Todos los niños esperaban con ansias esta fiesta, ya que el evento llenaba de alegría y música el aire. Este año, el concurso prometía ser aún más especial, porque se podía participar con palmas, pies y cualquier tipo de instrumento que se les ocurriera.

Entre los participantes, había dos amigos inseparables: Sofi, la creativa, y Tomás, el ritmo en persona. Sofi siempre estaba llena de ideas brillantes, pero tenía miedo de actuar sola frente a la multitud. Por otro lado, Tomás no sólo era un experto con los pies, sino que se movía al ritmo de la música sin pensar. Esa era su fuerza, pero no siempre se tomaba en serio los ensayos.

Una semana antes del concurso, el pueblo se llenó de ensayos; la plaza era un gran escenario improvisado, con niños haciendo palmas y pisando el suelo al compás de canciones alegres.

"¡Vamos, Tomás, ensayemos juntos!" - dijo Sofi, entusiasmada.

"Claro, Sofi. Pero... tengo una idea, ¿por qué no hacemos algo diferente?" - respondió Tomás, moviendo los pies de una forma divertida.

Sofi lo miró intrigada.

"¿Qué tenés en mente?" - preguntó.

"Podríamos combinar las palmas y los pies con una historia. ¡Así será mucho más divertido!" - sugirió Tomás, saltando de emoción.

El día del concurso llegó. La plaza estaba repleta de familias con pancartas, y cuando tomaron el escenario, Sofi sintió un cosquilleo en el estómago.

"No puedo, Tomás. Me da mucha vergüenza" - dijo, con un hilo de voz.

"Recuerda que estamos juntos en esto. ¡Lo vamos a disfrutar!" - le respondió Tomás, tomando su mano.

Cuando comenzó su turno, Sofi miró a la multitud y vio a su hermana animándola. Se armó de valor y comenzó con los sonidos de las palmas, mientras Tomás marcaba el ritmo con sus pies.

Pero en medio de su actuación, ¡un giro inesperado ocurrió! Un grupo de pájaros se posó en lo alto del escenario, y se pusieron a cantar. Todos en la plaza se distrajeron, riendo y admirando a las aves. Sofi y Tomás se miraron con sorpresa.

"¡Aquí está la oportunidad!" - gritó Sofi.

"¡Sigamos!" - dijo Tomás, sin dudarlo. Juntos, comenzaron a improvisar, imitando los trinos de los pájaros con sus palmas y pies.

El público estalló en risas y aplausos al ver cómo se adaptaban a la situación. El juego les permitió liberar cualquier nerviosismo, y pronto se estaban divirtiendo genuinamente.

Finalmente, terminaron su actuación con una conclusión espectacular, uniéndose en una explosión de palmas y pasos que atrajo la atención de todos. Al finalizar, la plaza estalló en aplausos y vítores.

"¡Lo logramos! ¡Fue increíble!" - exclamó Sofi, sin poder contener su alegría.

"Siempre creí en nuestra idea. ¡Y nadie en el mundo puede imitar a los pájaros como nosotros!" - respondió Tomás, todavía saltando.

El jurado quedó impresionado por su valentía y creatividad, y el reconocimiento llegó pronto:

"El premio especial va para Sofi y Tomás por su actuación innovadora e inspiradora. ¡Demostraron que la música está en todos lados, y se puede hacer con lo que tenemos!" - proclamó la presidenta del jurado.

Sofi abrazó a Tomás, llena de orgullo. Ese día aprendieron que, aunque puedan existir imprevistos, la verdadera magia de la música reside en la diversión, la unión y la creatividad.

Desde entonces, Sofi nunca más tuvo miedo de actuar, sabiendo que siempre podía contar con Tomás y su gran tabla de palmas y pies. Melodía se convirtió en un lugar donde todos se animaban a crear su propia música, ¡con ritmos que resonaban en cada rincón del pueblo!

FIN.

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