El Gran Concurso de Talentos
Había una vez, en una pequeña ciudad argentina, un niño llamado Tomi. Tomi era un niño común, pero tenía un gran sueño: ¡quería destacar en el colegio y ser el más popular entre sus amigos! Siempre miraba a su alrededor y veía cómo algunos de sus compañeros brillaban en distintas actividades, ya sea cantando, dibujando o jugando al fútbol. Tomi, en cambio, se sentía un poco perdido, sin saber cuál era su talento.
Un día, la maestra Maru anunció un gran concurso de talentos que se llevaría a cabo en el colegio. Todos los alumnos debían presentar una actuación, y el ganador recibiría un trofeo y el reconocimiento de la escuela. Tomi pensó que esta era su oportunidad perfecta para brillar.
- “¡No puedo dejar pasar esta chance! ¡Voy a preparar algo increíble! ”, exclamó emocionado.
Tomi pasó días pensando en cuál sería su talento. Observó a sus amigos: Juan cantaba como un ángel, Lila bailaba como si estuviera en un cuento de hadas, y Lucas tenía una habilidad impresionante con el fútbol. A medida que veía a sus amigos prepararse, se sentía cada vez más inseguro.
Una tarde, mientras caminaba por el parque, vio a un grupo de niños jugando a hacer malabares con pelotas. Se acercó y uno de ellos, un niño mayor llamado Simón, le enseñó a hacer malabares con dos pelotitas.
- “¡Mirá! Es más fácil de lo que parece. Solo tenés que concentrarte y practicar”, le dijo Simón.
Tomi decidió que eso era lo que haría en el concurso. Empezó a practicar todos los días, pero tuvo problemas al principio.
- “¡Esto no es para mí! ”, se quejaba a menudo, mientras las pelotas caían al suelo una y otra vez.
Un día, desanimado, decidió contarle a su mejor amiga, Lila, lo que sentía.
- “Lila, creo que no estoy hecho para esto. Cada vez que practico, solo hago lío”, le confesó.
- “No te desanimes, Tomi. Lo más importante es que te diviertas mientras lo haces. Recuerda que todos tenemos algo que aportar”, le respondió Lila, llena de ánimo.
Las palabras de Lila resonaron en la cabeza de Tomi. En lugar de enfocarse en ganar, decidió disfrutar del proceso de aprender. Comenzó a explorar diferentes estilos de hacer malabares. Intentó con pelotas de colores, luego con pañuelos, y hasta con aros. Cada día se divertía más y más, y lo mejor de todo, ¡empezaba a mejorar!
Cuando llegó el día del concurso, Tomi estaba un poco nervioso, pero también emocionado. Se podía ver la gran cantidad de alumnos que estaban ahí, algunos esperaban su turno mientras otros aplaudían.
- “¡Suerte, Tomi! ”, le gritó Lila desde la primera fila.
Cuando llegó su turno, Tomi se sintió un poco temeroso, pero recordó lo que había aprendido: nadie esperaba que fuera perfecto, solo que se divirtiera. Con una gran sonrisa, comenzó su actuación.
Al principio, cometió algunos errores, pero en lugar de detenerse, siguió sonriendo y disfrutando de cada intento. El público comenzó a reirse y aplaudir, alentándolo. Cada vez que una pelota caía, Tomi la recogía y seguía adelante. ¡Era parte del show!
Cuando terminó, todos lo aplaudieron con entusiasmo. Tomi, feliz y con el corazón latiendo fuerte, se dio cuenta de que había logrado su objetivo: disfrutar. No necesitaba ser el mejor —lo más importante era haberlo intentado con pasión.
Finalmente, la maestra Maru anunció los ganadores y, aunque no obtuvo el primer lugar, recibió un aplauso especial por su esfuerzo y actitud.
- “¡Tomi, sos un gran malabarista! ”, le dijo Lila, abrazándolo.
- “Gracias, Lila. La verdad es que me divertí mucho”, respondió Tomi, sonriendo más que nunca.
Desde aquel día, Tomi comprendió que no se trataba solo de destacar, sino de disfrutar lo que uno hace y compartirlo con los demás. Empezó a participar en más actividades del colegio, siempre dispuesto a aprender y a divertirse con sus amigos. La verdadera amistad y el verdadero éxito, entendió, estaban en la alegría y la compañía.
Y así, Tomi, el niño que quería destacar, se convirtió en un faro de alegría para sus amigos, demostrando que cada uno tiene su propio talento, ¡solo hay que saber disfrutarlo!
FIN.