El Gran Concurso de Talentos



En un colorido pueblo llamado Colorete, todos los años se celebraba un gran concurso de talentos. Niños y niñas de todas las edades se preparaban con ansias para demostrar sus habilidades y compartir su pasión con los demás. Este año, Leo, un pequeño león de pelaje suave y amarillento, también decidió participar, aunque tenía un pequeño problema: siempre creía que no era lo suficientemente bueno.

La mañana del concurso, Leo se asomó nervioso a la puerta de su casa. –"Hoy es el gran día", –pensó.

Pero al recordar los talentos impresionantes de sus amigos, sintió que algo dentro de él se marchitaba.

–"No voy a ser tan bueno como Mimi, que canta como los ángeles", –se dijo, recordando a su amiga la loro.

Decidido a no participar, Leo salió a dar un paseo por el bosque. Mientras caminaba, se encontró con su amiga Lila, una tortuga sabia.

–"¿Por qué estás tan pensativo, Leo?" –preguntó Lila con su voz pausada.

–"¡Hoy es el concurso y no creo que tenga un buen talento para mostrar!" –exclamó Leo.

Lila lo miró con paciencia. –"Creo que no es sólo sobre ganar o perder. Lo importante es disfrutar y mostrar lo que te gusta hacer".

–"Pero me da miedo equivocarme, Lila..." –susurró Leo.

Lila sonrió. –"A veces, los errores pueden enseñarnos más que los triunfos. ¡Voy a contarte una historia!"

Leo se sentó junto a ella y escuchó. Lila empezó a narrar cómo, en su juventud, había participado en una carrera y había tropezado justo en el final. A pesar de eso, cada vez que competía se sentía más fuerte y confiada.

–"El secreto es dar lo mejor de uno mismo, sin preocuparse tanto por el resultado" –concluyó Lila.

Con las palabras de Lila resonando en su mente, Leo decidió que iría al concurso. Se acercó al escenario, donde sus amigos como Mimi y Pablo, el pequeño elefante, estaban mostrando sus talentos. Mimi deslumbraba con su hermosa voz, mientras que Pablo realizaba increíbles acrobacias.

–"Ahora es mi turno..." –pensó Leo, sintiendo que su corazón latía a mil por hora.

Cuando llegó el momento, Leo respiró profundamente, se presentó y empezó a contar chistes, una de sus pasiones. Al principio, su voz temblaba, pero pronto comenzó a relajarme al escuchar la risa de la audiencia.

–"¿Saben por qué el león se tumbó al lado de la carretera? ¡Porque quería ser un león-a!" –dijo riendo. Los niños soltaron carcajadas y su confianza comenzó a crecer.

De pronto, en medio de su actuación, un viento fuerte sopló y levantó los papeles donde tenía escritos sus chistes.

–"¡Oh no!" –gritó Leo, mirando cómo se dispersaban.

Pero en lugar de rendirse, recordó las palabras de Lila. –"¡A seguir adelante!" –se dijo y decidió improvisar, creando nuevas historias divertidas sobre su vida en el bosque y sus travesuras.

La gente aplaudía y se reía; pronto, todos estaban participando con él, contándole chistes y disfrutando el momento.

Cuando terminó su actuación, no solo había compartido su talento, sino que había logrado unir a todos los presentes.

Al final del acto, el jurado no otorgó a Leo el primer premio; sin embargo, otorgó un reconocimiento especial por ser el más divertido de la tarde.

–"¡Felicidades, Leo!" –brindó el jurado, aplaudiendo entusiasta.

Leo se sintió feliz y, más que eso, orgulloso de haber superado sus miedos.

–"Gracias, Lila" –dijo Leo después de la competencia. –"Hoy no solo aprendí a disfrutar presentando mis chistes, sino también a believe in myself!" –exclamó con una gran sonrisa.

Y así, Leo volvió a casa sintiendo que, verdadero o no, el valor no se mide en premios, sino en el coraje de ser uno mismo.

La historia del león que se atrevió a brillar y compartir su alegría, se convirtió en la más recordada de Colorete.

Desde ese día, Leo comprendió que lo más importante es disfrutar lo que se hace y ser feliz compartiéndolo con los demás.

FIN.

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