El Gran Concurso del Bosque



En el corazón de un frondoso bosque, todos los animales se preparaban para el Gran Concurso del Bosque. Era un evento anual donde cada uno debía mostrar sus talentos. Los ganadores recibirían medallas de oro y una gran fiesta en honor a su habilidad.

Entre todos los participantes estaba Leo, el león. Era fuerte, valiente y todos lo admiraban. Sin embargo, había un pequeño problema: Leo no siempre decía la verdad. Por otro lado, en una esquina del bosque, vivía Tino, el pequeño ratón, conocido por ser honesto y tener un gran corazón.

El día del concurso llegó y todos estaban entusiasmados.

"¡Estoy seguro de que ganaré!", se jactó Leo al observar a los demás animados.

"Tienes que pensar en lo que es correcto, Leo", le dijo Tino, que escuchaba desde su pequeño agujero.

"¡Bah! No necesito tus consejos, pequeño. La fuerza siempre gana", afirmó Leo, desestimando a Tino.

Los concursos comenzaron. Primero, el concurso de carreras. Los animales salieron disparados. Leo iba al frente, pero cuando vio que casi lo alcanzaba Rufi, el perro, decidió hacer trampa.

"Si me escondo tras ese arbusto, podré tomar un atajo", pensó. ¡Y eso hizo! Pero Tino lo vio.

"¡Leo, no! Eso no es correcto", gritó Tino desde su lugar.

"¡Cállate, Tino! ¡Solo mira cómo gano!", respondió Leo. Al final, Leo ganó la carrera con su truco, pero no pudo disfrutar de su victoria porque sabía que había pecado de deshonestidad.

Luego llegó el concurso de canto. La orquesta de pájaros comenzó a tocar y cada uno se preparó para mostrar su talento. Leo quería impresionar a todos y decidió cantar muy fuerte, pero su tono no era agradable.

"¡Estoy seguro de que soy el mejor!", afirmaba entre risas.

Tino, dándose cuenta del volumen de Leo, se acercó.

"Leo, canta con el corazón, no solo para impresionar. La verdad se escucha mejor", le recomendó con dulzura. Leo lo despreció.

Finalmente, en el concurso de cocina, todos debían presentar sus mejores platos. Leo, aunque era fuerte y rápido, no era muy bueno cocinando. Así que decidió robar el plato de Tino, que había trabajado arduamente en una deliciosa ensalada de frutos del bosque.

"Se la llevaré y diré que yo la hice. Seguro que ganaré", murmuró Leo con malicia. Tino vio desde lejos cómo Leo intentaba hacerse pasar por el autor de su creación.

"¡Eso no se hace, Leo!", gritó Tino.

"Cállate, no puede existir un pequeño ratón que me quite el mérito", replicó Leo.

Sin embargo, antes de que Leo pudiera presentar su robo, la sabia lechuza, la directora del concurso, lo detuvo.

"¿Qué estás haciendo, Leo? Todos deben mostrar su verdadero talento, no lo que han robado", dijo la lechuza con firmeza.

"Pero yo...", empezó Leo, pero no sabía qué responder. Todos los animales empezaron a murmurar entre ellos.

"No es justo que gane alguien que no lo merece", decía uno.

Ver la mirada decepcionada de sus amigos fue lo que finalmente hizo que Leo reflexionara.

"Está bien, lo admito. He sido deshonesto", confesó, con la cabeza baja. "No tengo derecho a ganar si no he sido sincero".

Los animales lo miraron sorprendidos, pero luego comenzaron a aplaudir.

"Esa es la conducta de un verdadero campeón, Leo", dijo Tino con una sonrisa.

"¡Gracias, Tino! Prometo que la próxima vez seré honesto", dijo Leo.

El concurso continuó y, aunque Leo no ganó, se sintió más aliviado por haber dicho la verdad. Los demás animales también aprendieron que la honestidad era más importante que cualquier medalla. Al final, quedó claro que la verdadera victoria estaba en ser fiel a uno mismo y a los demás.

Así, el Gran Concurso del Bosque terminó, y los animales celebraron no solo el talento, sino también la amistad y la honestidad. Y desde entonces, Leo y Tino se volvieron grandes amigos, aprendiendo juntos que la verdad siempre es el camino correcto.

FIN.

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