El Gran Concurso del Patio de Juegos



Era una soleada tarde en el barrio de Villa Alegría y el patio de juegos estaba lleno de risas y juegos. Niños y niñas de todas las edades disfrutaban de los columpios, los toboganes y las casitas de plástico. En el centro del patio, una pequeña mesa estaba decorada con papeles de colores y globos. La maestra Marisa, que siempre organizaba actividades divertidas, había propuesto la idea de un concurso: "El Gran Concurso del Patio de Juegos".

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"¡Chicos!", llamó Marisa, mientras los niños se reunían a su alrededor, "Hoy vamos a tener un concurso muy especial. Habrá juegos, sorpresas y ¡muchos premios!"

"¿Qué tipo de juegos?", preguntó Lucas, un niño de cabello rizado y ojos brillantes.

"Tendremos una carrera de sacos, un juego de la cuerda y una búsqueda del tesoro", explicó Marisa con entusiasmo.

Las risas estallaron y todos comenzaron a murmurar emocionados.

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Rápidamente, los niños se dividieron en equipos. Lucas, junto a su mejor amiga Sofía, formó un equipo con dos nuevos compañeros, Carla y Mateo, que acababan de mudarse al barrio. Sofía, que era muy competitiva, animó al grupo a dar lo mejor de sí.

"¡Vamos, equipo! ¡Hoy podemos ganar!", gritó Sofía.

Pero Mateo, un poco tímido, se rascó la cabeza con confusión.

"No sé si yo soy bueno para competir. Nunca he jugado a esto antes..."

"¡No te preocupes!", le respondió Lucas con una sonrisa. "Lo importante es divertirnos y aprender juntos. Además, siempre podemos ayudarnos unos a otros si alguien necesita apoyo."

Con esas palabras, Mateo se sintió un poco mejor y sonrió.

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El primer juego, la carrera de sacos, comenzó. Cada niño entró en un saco y, al sonar la campana, saltaron a toda velocidad. Lucas y Sofía estaban al frente, mientras Carla y Mateo intentaban seguir el ritmo. Al llegar a la meta, un pequeño tropezón hizo que Mateo cayera al suelo.

"¡Ay!", exclamó, tratando de levantarse.

"¡Vamos, Mateo! No te desanimes, tú puedes!", lo animó Sofía.

Con la ayuda de sus amigos, Mateo se levantó y juntos cruzaron la línea de meta riéndose. Aunque no ganaron, se sintieron felices por haber jugado juntos.

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El juego de la cuerda fue aún más divertido. Los equipos se dividieron en dos y comenzaron a tirar con todas sus fuerzas. Lucas, Sofía, Carla y Mateo estaban decididos a ganar esta vez. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que la única forma de ganar era trabajar en equipo.

"¡Tiremos todos juntos!", gritó Lucas.

Al seguir su consejo y sincronizar sus esfuerzos, lograron darle la vuelta al otro equipo, ganando el juego por un estrecho margen.

"¡Lo hicimos!", gritaron todos abrazándose.

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Finalmente, llegó la búsqueda del tesoro. Marisa les entregó mapas y pistas, y cada equipo se dispersó por el patio de juegos. Mateo, que antes se sentía inseguro, empezó a tomar la delantera al descubrir pistas.

"¡Miren!", dijo Mateo, entusiasmado. "La primera pista está detrás del columpio."

"¡Vas genial, Mateo!", lo elogió Carla, dándole un golpe amistoso en la espalda.

Mientras buscaban, todos aprendieron a escucharse y a apoyarse mutuamente. En el camino, los niños hicieron nuevos amigos, y Mateo pudo ver lo valioso que era ser parte de un grupo.

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Al final de la tarde, Marisa reunió a todos los niños para entregar los premios.

"Hoy todos han sido campeones al trabajar en equipo y apoyarse mutuamente", dijo, sonriendo. "Por eso, quiero que cada uno reciba un premio especial por su esfuerzo."

Todos los niños estaban felices. Aunque no todos habían ganado en los juegos, sí habían construido amistades y aprendido la importancia de colaborar.

"Gracias, Marisa. Fue el mejor día de todos!", exclamó Sofía.

"Sí, gracias a todos por ayudarnos y por hacer equipo", agregó Mateo con una sonrisa brillante que nunca había mostrado antes.

Así, el patio de juegos no solo se convirtió en un lugar de diversión, sino también en un espacio donde aprendieron lo que significa ser parte de una comunidad, trabajar juntos y hacer amigos. Y desde ese día, el patio fue conocido como el lugar donde todos podían ser ganadores, siempre que jugaran con el corazón.

Y así, con el son de las risas y el eco de las nuevas amistades, terminó un día inolvidable en el patio de juegos de Villa Alegría.

FIN.

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