El Gran Congreso del Maíz



Había una vez, en un colorido pueblo llamado Celaya, un grupo de amigos que compartían una pasión muy especial: ¡el maíz! Sus nombres eran Ornelas, Miranda, Torres y Zepeda. Ellos soñaban con un gran evento donde pudieran mostrar a todos los beneficios y la importancia del maíz en su vida diaria.

-Un día, mientras jugaban en el parque, Ornelas exclamó: -¡Chicos! ¿Por qué no hacemos un congreso del maíz? Podríamos invitar a toda la gente del pueblo a aprender y disfrutar de todo lo que podemos hacer con él.

-Miranda, siempre entusiasta, saltó de alegría: -¡Eso sería increíble! Podríamos hacer juegos, recetas y hasta concursos.

-Torres, que era muy curioso, preguntó: -¿Pero cómo organizamos algo así? Es un gran desafío.

Zepeda, que era muy ingenioso, propuso: -Podríamos dividirnos las tareas. Yo me encargaré de hacer los carteles y la publicidad.

-Yo puedo buscar recetas y preparar algunos platos deliciosos con maíz, -dijo Miranda, sonriendo.

-Perfecto. Entonces yo me encargaré de juegos y actividades, -aseguró Ornelas, decidido.

-Torres, ¿qué podrías hacer tú? , -preguntó Zepeda.

-Conozco a algunos adultos que podrían ayudarnos a conseguir los materiales necesarios, -respondió Torres, entusiasmado por la idea.

Así decidieron darse prisa para organizar su primer Gran Congreso del Maíz. Pasaron días trabajando juntos. Cargaron carteles por todo el pueblo, hicieron volantes y hasta repartieron algunos granos de maíz como forma de promoción.

Finalmente, llegó el día del congreso. Una gran multitud se reunió en el parque, llena de curiosidad por lo que los cuatro amigos habían preparado. El sol brillaba y el aire estaba impregnado de un aroma delicioso.

Miranda había preparado arepas, tortillas y un montón de platillos diferentes. -Vengan, amigos, ¡los invito a probar mis recetas de maíz! -gritó con entusiasmo.

Torres organizó un juego donde todos debían correr con una mazorca de maíz en la mano, ¡y el que llegara primero ganaría un premio! -¡Vamos, chicos! ¡A jugar! -decía, animando a los participantes.

Ornelas explicó la importancia del maíz en la alimentación de su cultura, mientras Zepeda dirigía a los niños en una divertida actividad de creación de figuras con granos de maíz.

Todo iba muy bien hasta que, de repente, un fuerte viento comenzó a soplar. Los carteles volaron y algunas mesas se movieron. Todos se asustaron un poco y comenzaron a recoger las cosas.

-¡No puedo dejar que esto arruine nuestro congreso! -gritó Ornelas, decidido a resolverlo.

-¡Necesitamos trabajar juntos! -dijo Miranda, ayudando a levantar un cartel que se había caído.

-¡Sí! No dejaremos que el viento nos detenga, -agregó Torres, mientras Zepeda comenzaba a recoger granos de maíz que se habían esparcido.

Con un esfuerzo colectivo, lograron reacomodar todo. Aunque el viento les había jugado una mala pasada, los amigos encontraron la forma de adaptarse.

Ya restablecidos, continuaron con su evento. La gente comenzó a reírse y disfrutar de lo que habían preparado. Al final, todos quedaron sorprendidos por lo que habían aprendido sobre el maíz.

El evento fue un gran éxito y no solo mostraron sus recetas, juegos y curiosidades, sino que también enseñaron sobre el esfuerzo y la perseverancia.

-Al final, Celaya estaba más unida, y todos aprendieron lo valioso que era el maíz en la vida diaria, -dijo Zepeda, mientras el sol se ocultaba.

Desde ese día, el Gran Congreso del Maíz se convirtió en una tradición en el pueblo. Y nuestros cuatro amigos, Ornelas, Miranda, Torres y Zepeda, aprendieron que si trabajaban juntos, podían enfrentar cualquier desafío. Y así, la vida siguió llenándose de risas, aventuras y sobre todo, ¡mucho maíz!

FIN.

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