El Gran Consejo de los Animales
En un hermoso bosque donde los árboles eran altos y frondosos, vivía un grupo muy especial de animales. Cada uno de ellos tenía su propio talento. El conejo era el más rápido, la tortuga la más sabia, el pájaro el más veloz en el cielo y el ciervo el más hábil para moverse entre los árboles.
Un día, el conejo, mientras corría de aquí para allá, se dio cuenta de que había un problema. "¡Oh, no! - gritó el conejo a sus amigos. - ¡El río se ha secado y no tenemos agua para beber! ¿Qué vamos a hacer?"
Los animales se reunieron bajo un gran roble para discutir la situación.
"¿Por qué no pedimos ayuda a la tortuga? Ella siempre tiene buenas ideas", sugirió el pájaro, revoloteando alrededor.
"Cierto, siempre nos dice que debemos pensar antes de actuar", respondió el ciervo.
La tortuga, que estaba escuchando, tomó la palabra. "Queridos amigos, sé que es difícil pero debemos organizar un consejo para que todos contribuyan. Cada uno de nosotros tiene algo que aportar. ¿Qué les parece?"
"¡Genial!" exclamó el conejo. "Cada uno de nosotros trae lo que sabe hacer mejor. "
Así nació el Gran Consejo de los Animales. Se reunieron cada semana para discutir los problemas que enfrentaban en el bosque. El pájaro volaba alto para ver si había fuentes de agua cercanas, mientras que la tortuga se ocupaba de estudiar el terreno.
Una mañana, mientras todos discutían sobre cómo encontrar agua, el ciervo se adelantó. "He visto un arroyo al otro lado de la colina, allí hay agua fresca. Pero…"
"¿Pero qué?" preguntó la tortuga con curiosidad.
"Pero hay una gran piedra que cubre el paso. Es demasiado pesada para mí solo."
Los amigos del ciervo comenzaron a murmurar, sin saber qué hacer.
"Podemos trabajar juntos!" sugirió el conejo. "Yo puedo cavar alrededor de la piedra para que no sea tan pesada; el pájaro puede volar al otro lado y buscar ayuda. ¿Qué dicen?"
Después de un rato de deliberación, todos acordaron. Cada uno llevó su talento para quitar la piedra. Trabajaron en equipo y, finalmente, lograron despejar el arroyo. Vieron cómo el agua comenzó a fluir alegremente, como si estuviera agradecida de ser libre de la piedra.
"¡Lo hemos conseguido!" gritaron juntos.
A partir de ese día, el Gran Consejo de los Animales no solo resolvió otros problemas: cuidaron el bosque, mantuvieron el arroyo limpio y ayudaron a quien lo necesitaba, desde las ardillas hasta los búhos. Gracias a su trabajo en equipo, los animales vivieron felices y aprender a apreciar la importancia de la colaboración.
Así, el bosque no solo se convirtió en un lugar más seguro, sino también en un símbolo de amistad y esfuerzo en conjunto.
Y desde entonces, cada vez que un desafío se presenta, recordaban lo que habían aprendido: cuando todos ponen su parte, incluso los problemas más grandes se pueden resolver.
Y así terminó la historia del Gran Consejo de los Animales, pero empezó una nueva aventura: la historia de un bosque unido, donde siempre había un lugar para la cooperación, el respeto y, sobre todo, la amistad.
FIN.