El Gran Consejo de los Cuatro



En un pequeño pueblo del Perú llamado Villa Esperanza, vivían cuatro amigos: Alina, un pájaro ingenioso; Mateo, un mapache bromista; Lía, una tortuga sabia; y Tico, un zorro curioso. Ellos exploraban su entorno y disfrutaban de juegos, pero un día, emprendieron una aventura que cambiaría todo en su comunidad.

"¡Chicos!", gritó Alina mientras giraba en el aire, "¿sabían que nuestro pueblo tiene elecciones para elegir un nuevo alcalde?"

"¿Elecciones?", preguntó Tico, intrigado.

"Sí, eso significa que todos debemos decidir quién será el mejor para guiarnos", agregó Lía con su voz tranquila.

El grupo se interesó cada vez más y decidieron que debían hacer algo diferente para involucrar a todos los animales del lugar en este importante evento.

"¡Hagamos un gran consejo donde todos puedan expresar su opinión!", sugirió Mateo emocionado.

"Así todos los ciudadanos tendrán voz y voto. ¡Su opinión cuenta!", completó Alina con una vuelta en su vuelo.

Se pusieron a trabajar. Armaron carteles, decoraron el árbol más grande del pueblo y llamaron a todos los animales a participar.

El día del Gran Consejo, se reunió una multitud. Desde el más pequeño de los ratones hasta el más sabio de los búhos.

"¡Bienvenidos todos! Aquí podemos hablar sobre los cambios que queremos ver en nuestro pueblo!", exclamó Lía al abrir la reunión.

"Voy a proponer que plantemos más árboles para tener sombra durante el verano", dijo un pequeño pajarito.

"Y yo quiero que haya más juegos en la plaza", agregó un conejo.

Después de escuchar a muchos, Alina propuso:

"Podemos hacer una lista de todas las ideas y luego votar por la que más nos guste!"

"¡Sí! Así todos participan", contestó Tico, que estaba fresquito al borde del grupo.

Con entusiasmo, escucharon las propuestas. Lía, utilizando su sabiduría, ayudó a organizar todo. Pero a medida que la reunión avanzaba, comenzaron a surgir tensiones entre algunos animales.

"¿Por qué deberíamos escuchar a los que solo quieren jugar?", cuestionó un ciervo molesto.

"¡Eso no es justo, todos tenemos opiniones!", respondió un hámster.

El ambiente se tornó tenso y parecía que el consejo iba a fracasar. Fue entonces cuando Lía, con su calma habitual, habló:

"Recuerden que la democracia es escuchar y respetar a todos, aunque no estemos de acuerdo. Cada voz cuenta y necesitamos unirnos".

Sus palabras resonaron en el corazón de los presentes. Comprendieron que la diversidad de opiniones era lo que hacía a su comunidad especial.

Después de un momento de reflexión, las ideas fluyeron de nuevo, sumando más propuestas hasta que finalmente lograron definir las más importantes. Era hora de votar.

"¡A votar!", gritó Alina emocionada. Llenaron una caja con papeles donde escribieron su elección.

Los resultados del Gran Consejo fueron sorprendentes.

"¡Vamos a tener un parque nuevo y más árboles!", celebró Mateo cuando leyeron el veredicto.

"¡Y también más juegos para todos!", agregó Tico, dando vueltas de alegría.

Finalmente, todos celebraron la victoria de la participación ciudadana.

"¡Gracias a todos por hacer este consejo posible!", dijo Lía.

"¡Por una Villa Esperanza con más alegría y unión!", bramaron todos al unísono.

Los cuatro amigos se dieron cuenta de que había sido un esfuerzo conjunto. Desde ese día, el Gran Consejo se convirtió en una tradición, y Villa Esperanza floreció gracias a la participación de todos sus ciudadanos. El verdadero significado de la democracia fue entendido y apreciado por todos, y la voz de cada uno se convirtió en el canto del pueblo.

Y así, Alina, Mateo, Lía y Tico continuaron su viaje, siempre listos para nuevas aventuras, sabiendo que junto a sus amigos, el poder de la democracia y participación ciudadana haría crecer a su querido hogar.

FIN.

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