El Gran Consejo del Bosque



En lo profundo de un bosque frondoso y mágico, donde los árboles susurraban historias antiguas y el viento cantaba melodías suaves, vivían muchos animales en armonía entre sí. Cada día, los conejos saltaban alegremente, las ardillas trepaban los troncos de los árboles y los pájaros llenaban el aire con sus trinos.

Un día, mientras todos disfrutaban del sol, la tortuga Tula convocó un consejo. "¡Amigos, escuchen! He notado que algunos visitantes humanos llegan a nuestro hogar y en su alegría, a veces, olvidan cuidar nuestro bosque. Necesitamos hablar sobre esto.”-

Los animales se reunieron bajo la sombra de un gran roble. El ciervo Dardo, que siempre tenía buenas ideas, propuso: "Tal vez deberíamos acercarnos a ellos y mostrarles lo bello que es nuestro hogar. Si nos conocen, tal vez querrán cuidarlo.”-

La idea entusiasmó a todos, pero la astuta zorra Zara tenía dudas. "¿Y si deciden llevarse lo que les gusta? A veces no entienden que todo en el bosque tiene un propósito.”-

Tula, con su voz calmada, replicó: "Es verdad, pero también debemos confiar en que hay humanos buenos que quieren ayudarnos. Quizás haya una forma de hacer que se enamoren de nuestro bosque y comprendan lo importante que es proteger la naturaleza.”-

Así, decidieron organizar una gran fiesta en el claro del bosque para invitar a los humanos. Todos se pusieron a trabajar: las ardillas decoraron con flores, los pájaros ensayaron melodías y hasta Dardo pensó en un juego que mostraría la unión y la belleza del bosque.

El día de la fiesta, los animales estaban nerviosos pero emocionados. Cuando los humanos llegaron, traían una cesta llena de viandas ricas. Al principio, algunos animales se escondieron, dudosos. Pero la pequeña liebre Lina, con su curiosidad, fue la primera en acercarse. "¡Hola! Bienvenidos a nuestro bosque. ¿Quieren jugar con nosotros?"-

Los humanos sonrieron y, por la forma en que Lina les habló, parecían entender que estaban en un lugar especial. Un grupo de niños comenzó a jugar a las escondidas mientras los adultos admiraban la belleza del lugar. En un momento, uno de los niños encontró un viejo tronco cubierto de musgo y se detuvo a observar pequeños insectos trabajando. "Miren, ¡las hormigas están construyendo su casa!"- exclamó. Todos se acercaron a ver.

"Sí, ellas son muy importantes. Sin ellas, nuestro bosque no sería el mismo,"- explicó Tula, que se había acercado con paso lento pero seguro. Los humanos empezaron a hacer preguntas sobre los animales y sobre cómo cada uno tenía su lugar y función en el ecosistema.

Las horas pasaron volando y la fiesta fue un éxito. Al final de la tarde, cuando los humanos se despedían, prometerían respetar y cuidar el bosque. Uno de ellos, un joven llamado Leo, se acercó a Tula y le agradeció. "Prometemos no dejar basura y cuidar todo lo que hemos visto hoy. ¡Todo es tan hermoso!"-

Los animales se sintieron aliviados y felices. Habían logrado su objetivo: enseñar a los humanos el valor del respeto. Desde entonces, cada vez que los humanos volvían, siempre llevaban algo de comida para compartir y asegurándose de dejar el bosque tal como lo encontraron.

El bosque siguió floreciendo, y cada animal sabía que, al cuidar su hogar y a sus vecinos, también estaban protegiendo a los humanos que habían aprendido a amar su bosque. Y así, el vínculo entre los animales y los humanos se fortaleció, demostrando que el respeto y la amistad pueden unir incluso a los más diferentes.

Y colorín colorado, este bosque está encantado.

FIN.

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