El Gran Control en la Aldea de los Cuentos
Érase una vez en la colorida Aldea de los Cuentos, un lugar donde los personajes de historias vivían en armonía. Cada día, los habitantes, como los valientes caballeros, las sabias tortugas y las ingeniosas ardillas, se reunían en la plaza principal para compartir sus ideas y proyectos. Sin embargo, había una pequeña cuestión que empezaba a causar desorden en la aldea: el caos en la organización.
Un día, la ardilla llamada Nicolás, muy astuta y observadora, dijo a sus amigos:
"Che, ¿no creen que sería bueno tener un poco más de control en nuestras reuniones? Siempre hablamos mucho, pero no logramos acordar cosas importantes. Así nunca vamos a construir nuestro nuevo parque de juegos".
Los otros personajes miraron a Nicolás con curiosidad.
"¿Qué es eso de 'control'?" - preguntó la tortuga sabia, llamada Tula.
"Enumero cómo podríamos organizarnos mejor. Podríamos hacer una lista de lo que queremos discutir, fijar tiempos para cada tema y decir quién habla primero" - sugirió Nicolás.
Los amigos decidieron darle una oportunidad a la idea de Nicolás y se pusieron de acuerdo en implementar un "Control de Reuniones".
La primera reunión con control llegó. Nicolás se puso muy emocionado y leyó un cartel que decía: "Reunión del Proyecto Parque – Organizado por Nicolás". Mientras todos se acomodaban, empezaron a hablar sobre el diseño del parque. Pero pronto, Tula empezó a comentar lo que le había pasado el día anterior.
"Ayer vi un hermoso tulipán en el bosque..."
Nicolás, siguiendo su nuevo sistema, interrumpió gentilmente.
"Tula, tu historia suena interesante, ¡pero tenemos que concentrarnos primero en el diseño!"
Los demás lo apoyaron y Tula sonrió, comprendiendo que era importante hablar sobre el diseño. Con el control de Nicolás, la reunión fue un éxito. En poco tiempo, decidieron los juegos y el árbol de la plaza, y todos se sintieron felices. Sin embargo, no todo iba a ser tan fácil.
En la siguiente reunión, mientras discutían sobre los asientos del parque, apareció un nuevo personaje en la aldea: un pato llamado Pipo, que quería participar en el diseño.
"¡Hola, amigos! ¿Puedo ayudar?"
"Claro, pero hay que seguir el control!" - respondió Nicolás.
"¿Y qué pasa si no quiero seguir ese control?" - preguntó Pipo con una sonrisa traviesa.
"La idea es ayudarnos entre todos, y el control ayuda a que no nos dispersemos" - explicó Nicolás, con calma.
No obstante, Pipo se sintió un poco excluido y comenzó a hacer ruidos molesto, interrumpiendo a todos. Esto causó tensión en la reunión, y Nicolás se sintió frustrado.
"Voy a seguir mis reglas y no dejaré que Pipo me moleste" - pensó.
Pero Tula, siendo la más sabia, decidió hablar.
"A veces, el control puede ser un poco estricto. ¿Qué tal si hacemos que Pipo se sienta más incluido?"
Nicolás dudó al principio, pero aceptó la sugerencia.
"Está bien, vamos a intentar incluir a Pipo en el grupo. Tal vez pueda aportar cosas nuevas".
Así que empezaron a formar una nueva estrategia. Decidieron que, después de que Nicolás expusiera los temas principales, cada uno podría aportar sus ideas de forma rotativa. Así, todos tendrían la oportunidad de hablar y ser escuchados.
En la próxima reunión, Pipo ofreció una brillante idea:
"Y si hacemos un lago artificial en el parque, donde todos los personajes puedan jugar!"
Todos se quedaron muy sorprendidos y Nicolás también.
"¡Qué idea más genial!"
La colaboración fue efectiva, y el parque se terminó construyendo. La aldea se llenó de alegría por el nuevo espacio, donde pudieron jugar y compartir historias.
Desde entonces, en la Aldea de los Cuentos, aprendieron que tener control es útil, pero también es importante ser flexibles y escuchar a los demás. Nicolás se convirtió en un gran facilitador de reuniones y Pipo, junto con Tula, se unieron a él. Juntos, mantenían el equilibrio entre el control y el juego en la aldea. El parque fue un lugar donde las historias y la organización florecieron, recordando a todos que a veces, escuchar una nueva idea puede ser el mejor control de todos.
FIN.