El Gran Corazón de Mateo



Había una vez en un pequeño pueblo un niño llamado Mateo. Era un niño muy grande para su edad, no solo en tamaño, sino también en alegría. Siempre llevaba una enorme sonrisa en su rostro y su risa resonaba en todo el barrio. A pesar de su tamaño, Mateo era muy amable y siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás.

Un día, mientras Mateo jugaba en el parque, escuchó a sus amigos hablando sobre la competencia de talentos que se realizaría en la ciudad. Todos estaban emocionados con la idea de participar.

"¡Mateo! Deberías participar con nosotros!" - le dijo su amiga Sofía, una niña pequeña que siempre admiraba su alegría.

"No sé, chicos... La verdad es que no tengo un talento especial," - respondió Mateo, un poco inseguro.

Sus amigos comenzaron a compartir sus ideas. Sofía quería cantar, Tomás planeaba hacer malabares y Lucía pretendía mostrar sus habilidades con la danza. Mateo los miraba, sintiéndose más pequeño en comparación con sus talentos.

Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Mateo se dio cuenta de que aunque no sabía cantar ni bailar, podía hacer algo. Tenía una habilidad única para contar historias y hacer reír a los demás. Así que, decidido, empezó a prepararse para el gran día.

Durante las siguientes semanas, Mateo se dedicó a crear una historia sobre una aventura imaginaria en la que él era un héroe gigante, ayudando a animales en peligro. Al principio, algunos de sus amigos no estaban seguros de que contar historias fuera un talento

"Mateo, eso no es tan impresionante como cantar o bailar," - le dijo Tomás un día.

"Pero todos amamos escuchar historias!" - intentó defender Mateo. Sin embargo, sus inseguridades lo hacían dudar.

Llegó el día de la competencia. Mateo, un poco nervioso, subió al escenario. A su alrededor, sus amigos brillaban con sus actuaciones. Sofía cantaba con una voz dulce, Tomás hacía malabares de forma impresionante y Lucía movía su cuerpo con gracia. Mateo tomó aire y se armó de valor.

Entonces, comenzó a contar su historia. Con su voz potente y su gran personalidad, cautivó a todos los asistentes. Narró aventuras de valientes animales que enfrentaban peligros y desafíos, y con cada palabra, la audiencia se reía, se emocionaba y aplaudía con entusiasmo.

Cuando terminó, el público estalló en aplausos.

"¡Eso fue increíble, Mateo!" - le dijo Sofía, corriendo hacia él.

"¡Sí, me encantó! Nunca había escuchado una historia así!" - añadió Lucía.

Incluso Tomás, que había dudado al principio, se acercó y le dio una palmadita en el hombro.

"Tal vez había subestimado tu talento. ¡Felicidades, amigo!" - le dijo con una sonrisa.

Mateo se sintió inmensamente feliz. No solo había mostrado su talento, sino que también había aprendido a creer en sí mismo. Esa noche, mientras volvía a casa, comprendió que ser alegre y grande también significaba tener la valentía de compartir lo que uno realmente es.

La competencia terminó y aunque no ganó el primer premio, Mateo se sintió como un verdadero campeón. Desde ese día, se convirtió en el narrador favorito del barrio, y cada vez que sus amigos querían reírse o escuchar algo nuevo, sabían que solo tenían que pedirle a Mateo. Su alegría y su gran corazón lo hicieron el héroe de su propio cuento.

Y así, la vida de Mateo se llenó de historias, risas y la certeza de que el verdadero talento viene del corazón.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!