El Gran Debate de los Colores
En un pequeño estudio lleno de pinceles y lienzos, un pintor llamado Don Julio se encontraba trabajando en su nueva obra maestra. Mientras daba trazos a su cuadro, en la paleta, los colores comenzaron a discutir entre sí.
"Yo soy el más hermoso", dijo el rojo, bravuconamente. "Sin mí no hay pasión ni amor. Soy el que resalta en cualquier obra."
"¡No digas tonterías!", respondió el azul, cruzando sus tonos. "Yo traigo la calma del cielo y la profundidad del mar. Sin mí, todo se vería apagado."
"¡Pero miren lo que yo traigo!", interrumpió el amarillo, brillando con orgullo. "Soy el sol, la alegría y la felicidad. ¡Sin mí, la vida sería sombría!"
Y así, uno a uno, los colores comenzaron a exponer su grandeza, olvidando que cada uno tenía su propia belleza.
Mientras tanto, la pequeña Camila, la hija de Don Julio, entró al estudio. Con su dulce voz, preguntó:
"¿Por qué están discutiendo?"
"Estamos debatiendo sobre quién es el más importante", dijo el verde, que también quería sumarse a la competencia. "Yo traigo la frescura de la naturaleza. Sin mí, todo sería áspero y seco."
Camila, con una mirada curiosa, observó la paleta desordenada.
"Pero, ¿no se dan cuenta de lo que están haciendo?", dijo Camila, acercándose a la mesa. "Cuando están todos juntos, crean cosas hermosas."
Los colores se miraron entre sí, sin saber qué responder. El rojo se cruzó de brazos, pero empezó a pensar en los girasoles que tanto adoraba. El azul recordó los cielos despejados y el verde, las bellas hojas de los árboles.
"Es cierto", reflexionó el amarillo. "Cuando estamos juntos, hacemos que los cuadros cobren vida."
Camila se iluminó y propuso:
"¿Por qué no hacemos una pintura juntos? Cada uno desde su lugar, pero trabajando en equipo."
Los colores dudaron, pero el deseo de crear algo hermoso comenzó a despertar su espíritu de colaboración. Sin más que pensar, se aunaron en la paleta y se unieron para pintar con emoción.
Primero, el rojo trazó unas bellas flores brillantes, luego el amarillo iluminó la escena como el sol, transformando su trabajo en un paisaje de ensueño. El azul, con calma, pintó un vasto cielo, mientras el verde llenaba de vida y alegría cada rincón del cuadro.
"¡Miren lo que estamos creando!", exclamó el naranja, que también quería participar. "Tiene fuerza, alegría y tranquilidad a la vez."
Finalmente, una vez terminado el cuadro, la niña miró la obra terminada y sonrió:
"Es tan hermoso, ¡parece que tiene magia!" Dijo, admirando el conjunto. "Cada color cuenta, pero juntos somos aún más hermosos."
Así, los colores entendieron que, aunque cada uno tenía su propia belleza y valor, solo al unirse podían crear algo verdaderamente extraordinario. Desde ese día, nunca más discutieron, y cada vez que pintaban, lo hacían como un gran equipo.
Y así, en el pequeño estudio de Don Julio, se aprendió la verdadera lección:
"Cada color tiene su valor, ¡pero juntos crean la verdadera magia!"
FIN.