El Gran Desafío de Agustín y Steven
Era un día soleado en el colegio Iván donde Agustín y Steven, dos amigos de sexto grado, caminaban por el patio. Las risas de los chicos resonaban por todas partes. Agustín, con su característica energía, miró a Steven y le dijo:
"¡Che, Steven! ¿Viste el concurso de talentos que se viene este viernes?"
"Sí, pero la verdad es que no sé qué hacer. No tengo ningún talento increíble", respondió Steven, rascándose la cabeza, algo inseguro.
"¡Vamos, no seas así! Todos tenemos algún talento escondido. Yo pienso hacer mi famoso truco de magia", dijo Agustín con una gran sonrisa.
En ese momento, se cruzaron con la maestra Nora, que estaba supervisando a los estudiantes. Ella los saludó y se unió a la conversación.
"Hola chicos, ¿ya están listos para el concurso? Recuerden que lo importante es divertirse y mostrar lo que saben hacer, no se trata de ganar", comentó con una mirada alentadora.
Agustín se entusiasmó más y dijo:
"¡Tienes razón, maestra! Steven, podrías hacer algo impresionante. ¿Por qué no actúas?"
"¿Actuar? Pero nunca he actuado en mi vida", respondió Steven con un tono preocupado.
Esa tarde, mientras estaban en casa, Agustín ideó un plan. "Tengo una idea! Vamos a investigar lo que podemos hacer juntos". Agustín quería convencer a Steven de que no solo podían participar, sino que podrían crear un acto en conjunto.
Así fue como se pusieron a investigar, viendo videos de diferentes actuaciones: malabares, sketchs cómicos, danza y hasta trucos de magia.
"Mirá esto, Agustín! Este mago hace algo increíble con cartas y es muy divertido!"
"Sí, pero ¿qué tal si mezclamos un poco de todo? Podríamos hacer un sketch donde yo sea el mago y tú el ayudante que a veces sale mal...eso podría ser divertido", sugirió Agustín con un brillo en los ojos.
Con esos planes, se reunieron cada tarde después de la escuela para ensayar. Sin embargo, en uno de esos ensayos, Steven se preocupó al no poder recordar sus líneas.
"No, no puedo hacerlo. Voy a hacer el ridículo", se lamentó mientras se cubría la cara con las manos.
Agustín, viendo la frustración de su amigo, decidió animarlo.
"Steven, ¡no te preocupes! Todos nos equivocamos. La clave es reírnos y disfrutar del momento. Además, si no sale perfecto, ¡será más divertido!"
Eso le dio un empujoncito a Steven. Al día siguiente, ambos decidieron cambiar su enfoque, dejando de lado las líneas exactas y optando por improvisar durante su actuación.
El gran día del concurso llegó. La escuela estaba llena de padres y estudiantes ansiosos por ver las diferentes presentaciones. Cuando llegó el momento de presentarse, Steven estaba nervioso, pero Agustín lo alentó con un gran apretón de manos.
"¡Vamos, amigo! Solo tenemos que divertirnos", le dijo Agustín. Con la confianza renovada, ambos subieron al escenario.
La actuación comenzó bastante bien, pero pronto se dieron cuenta que algunas cosas no salían como lo habían planeado. En uno de los momentos, Steven se olvidó una línea y en lugar de eso, hizo una cara graciosa, provocando risas en el público.
"¡Eso fue muy bien! , ¡improvisemos!" le dijo Agustín.
Así, siguieron improvisando, y cada error se convirtió en una nueva broma o un nuevo truco. Risas llenaron el lugar, y al final, todos aplaudieron con entusiasmo.
Al bajarse del escenario, Steven y Agustín se dieron un abrazo.
"Lo hicimos, ¡fue increíble!", dijo Steven riendo.
"Sí, no solo fuimos un gran equipo, sino que nos divertimos mucho. ¿Viste? No hay que tener miedo de equivocarse. Esa es parte del juego", contestó Agustín.
El jurado decidió dar una mención especial a su presentación por ser la más divertida y original. No ganaron el primer lugar, pero los dos se sintieron triunfadores.
"Gracias por hacerme sentir que podía hacerlo", dijo Steven.
"No, gracias a vos por atreverte a salir y actuar. Al final, lo que importa es que nos divertimos juntos", finalizó Agustín.
Desde ese día, Agustín y Steven aprendieron que la verdadera magia estaba en la amistad y la valentía de enfrentar nuevos retos, sin importar si todo salía perfecto o no.
FIN.