El Gran Desafío de Bordado
Había una vez en un colorido pueblo llamado Lidia, donde vivían muchas chicas talentosas, pero una de ellas sobresalía por su habilidad al bordar. Su nombre era Aracnea. Cada vez que ella tomaba su aguja e hilo, creaba maravillas en tela que dejaban a todos boquiabiertos. Los abatanes del pueblo, admirados, siempre decían: "Aracnea, tus bordados son los más hermosos que hemos visto". Pero un buen día, todo cambió.
Arancel, una chica un poco competitiva, pronunció unas palabras que provocarían una gran conmoción en el pueblo: "¡Aracnea es mejor que Atenea!". Aquello resonó en el aire. Atenea era famosa por sus extraordinarios bordados, y todo el mundo la admiraba. Al escuchar tal comparación, Aracnea se sintió molesta.
"¿Cómo puede ser? ¡Yo no soy mejor que nadie!" -exclamó Aracnea-.
Debido a su enfado, decidió buscar a Atenea. Se la encontró en el parque, bajo un árbol frondoso, bordando con mucha concentración.
"Atenea, ¡necesitamos hablar!" -dijo Aracnea, con decisión. Atenea la miró con una sonrisa. "Claro, Aracnea, ¿qué sucede?"
"Arancel dice que soy mejor que vos, y no estoy de acuerdo. Así que propongo un desafío. ¡Un desafío para ver quién es la mejor bordadora!" -dijo Aracnea, con el corazón latiendo rápido.
"Me parece una idea interesante, pero esto no debería ser una pelea, sino una manera de compartir y aprender entre nosotras" -respondió Atenea, con sabiduría.
"Sí, pero quiero demostrarlo" -replicó Aracnea, sin ceder.
Luego de discutirlo un poco más, ambas acordaron hacer el desafío el próximo fin de semana. Desde ese día, Aracnea se preparó. Bordaba de día y de noche. Su mente pasaba de patrones en el papel a colores vibrantes en el hilo.
El gran día llegó. En la plaza del pueblo, todos los abatanes se reunieron. La atmosfera se llenó de emoción y expectación.
"Hoy, veremos quién borda mejor" -anunció Arancel, con una gran sonrisa.
Aracnea y Atenea se sentaron frente a frente. A un lado, Aracnea empezó a bordar un bello mural lleno de flores y mariposas, cada puntada con precisión. Al otro lado, Atenea creaba un hermoso paisaje de montañas, ríos y árboles, con una técnica impecable.
Durante el desafío, Aracnea se distrajo mirando cómo Atenea bordaba, y en ese momento, sintió una chispa de admiración.
"Vaya, lo que haces es realmente hermoso, Atenea" -dijo, sin poder contener su sorpresa.
"Gracias, Aracnea. Me encanta cómo capturas la belleza en tus bordados" -respondió Atenea, sonriendo.
Al mirar a su alrededor, Aracnea se dio cuenta de que la gente no solo miraba el bordado de una sola, sino que estaban disfrutando de ambas obras. La rivalidad empezó a desvanecerse, y la admiración hacia el trabajo de la otra era clara.
Después de un rato, cuando ambos desafíos estaban completos, Arancel se levantó y dijo: "Ambas son increíbles en lo que hacen. No necesitamos un ganador".
"Eso es verdad" -dijo un abatín del pueblo-. "Estamos aquí para celebrar su talento, no para competir".
Aracnea y Atenea se miraron con una sonrisa.
"Me di cuenta de que no hay necesidad de ser la mejor, sino de compartir lo mejor de nosotras" -dijo Aracnea.
"Sí, y podemos aprender tanto la una de la otra" -respondió Atenea.
Así, desde ese día, Aracnea y Atenea se convirtieron en grandes amigas y empezaron a trabajar juntas. Organizaron talleres donde enseñaban a otras chicas del pueblo a bordar. A través del tiempo, crearon una bella comunidad donde todas podían mostrar sus habilidades y aprender, compartiendo ideas y técnicas.
Y así, de un desafío nacieron la amistad y la colaboración. El pueblo de Lidia se volvió un lugar aún más especial, donde cada puntada contaba una historia, uniendo a todos en el arte del bordado.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.