El Gran Desafío de Juanito



Era un día soleado y Juanito, un niño de seis años, estaba disfrutando de su tiempo de juego en su cuarto. Su habitación estaba llena de juguetes: bloques de colores, muñecos de acción y pelotas. Pero, lamentablemente, el cuarto estaba tan desordenado que apenas se podía ver el piso.

Mientras Juanito se concentraba en su nuevo juguete favorito, un dinosaurio de plástico gigante, su madre entró a la habitación con un rostro de preocupación.

"Juanito, cariño, es hora de juntar tus juguetes. Tu cuarto está hecho un desastre. ¡Vamos!"

Juanito miró a su madre con ojos de desdén.

"¡No quiero! Estoy jugando con el dinosaurio. ¡Es el más grande y fuerte de todos!"

"Entiendo que te diviertas, hijo, pero después de jugar, siempre es bueno dejar todo en orden. Así podemos jugar de nuevo la próxima vez sin ningún problema."

"¡Pero no!" dijo Juanito, aferrando su dinosaurio como si fuera su mejor amigo.

Juanito comenzó a llorar, su carita roja y los ojos brillantes de lágrimas. Su madre también estaba frustrada por la situación.

"Juanito, si no juntás los juguetes, no podrás jugar mañana. Es una regla en nuestra casa. ¡Por favor, ayúdame!"

Sin embargo, Juanito no escuchó. Siguió llorando y aferrándose a su dinosaurio. En ese momento, una idea brillante surgió en su mente; pensó que podría hacer de la tarea un juego.

"¡Mamá! ¡Quiero hacer un desafío!"

La madre, sorprendida, decidió escuchar.

"¿Un desafío? ¿De qué se trata?"

"Voy a juntar todos mis juguetes en diez minutos. Si lo logro, ¿me dejás jugar con el dinosaurio todo el día?"

La madre sonrió, aliviada por la idea del pequeño.

"Está bien, Juanito, pero si no lo lográs, tendrás que pasar un ratito sin jugar. ¿Es un trato?"

"¡Sí! ¡Es un trato!" dijo Juanito, secándose las lágrimas.

Y así comenzó la cuenta regresiva. Con un poco de música alegre sonando de fondo y la adrenalina de un desafío, Juanito se puso a recoger. A medida que recogía sus juguetes, se dio cuenta de lo divertido que era volver a encontrar esos tesoros que había perdido entre el desorden.

"¡Mirá, mamá! ¡El tren que me regaló el abuelo!" gritó emocionado, mientras acomodaba los juguetes en su lugar.

Poco a poco, su habitación dejaba de parecer una jungla de juguetes y se convirtió en un lugar más ordenado. Cuando pasaron los diez minutos, el cuarto ya estaba casi listo y Juanito sonrió, orgulloso de sí mismo.

"¡Lo logré!" exclamó, mientras se sentaba feliz en el suelo, rodeado de sus juguetes.

La madre lo miró con una sonrisa.

"¡Muy bien, Juanito! Has hecho un gran trabajo. Estoy orgullosa de vos. Ahora, ¿te gustaría jugar un rato con el dinosaurio?"

"¡Sí! Es el mejor día de todos!" dijo Juanito, con una gran sonrisa, mientras se aferraba a su dinosaurio.

A partir de ese día, Juanito aprendió que ordenar sus juguetes podía ser tan divertido como jugar con ellos. Y cuando sentía que las cosas se descontrolaban de nuevo, siempre recordaba su gran desafío. Así, no solo su cuarto quedó en orden, sino que también encontró una manera divertida de hacer las cosas que antes le parecían aburridas. Y así, Juanito y su madre vivieron felices y rodeados de juguetes ordenados, listos para nuevas aventuras.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!