El Gran Desafío de la Amistad



Era un hermoso día en el barrio de La Alegría. Los tres amigos, Leidy, David y Sandra, se preparaban para participar en la gran competencia de la escuela: El Gran Desafío de la Amistad. Este evento consistía en una serie de pruebas que necesitaban la colaboración entre amigos y el trabajo en equipo.

"¡Vamos chicos! Tenemos que ganar!" - exclamó Leidy, ajustando su cinta en el cabello, muy concentrada. Su mal genio a veces se notaba, pero su deseo de ser la mejor amiga siempre brillaba.

"¡Sí, Leidy! Pero primero, ¿podemos decidir qué vamos a hacer?" - dijo David, tratando de lucirse con su encanto y su sonrisa.

"Yo digo que hagamos una cartulina con nuestro plan! Así podemos organizarnos mejor!" - añadió Sandra, moviendo sus manos enérgicamente, pero ya distraída en otros pensamientos.

Con entusiasmo, los tres se pusieron manos a la obra. Sin embargo, algo inesperado sucedió. Justo cuando estaban por empezar a escribir su planificación, un viento fuerte se llevó la cartulina.

"¡No! ¡Todo nuestro plan!" - gritó Leidy furiosa.

"Tranquila, Leidy, ¡podemos hacerlo de nuevo!" - dijo David mientras trataba de ser conciliador, aunque él sabía que estaba desordenando por todos lados al intentar alcanzarla.

Mientras discutían, Sandra se dio cuenta de que no podían dejar que un simple contratiempo los detuviera.

"Chicos, ¿y si hacemos un nuevo plan usando nuestros puntos fuertes?" - sugirió, su tono alegre intentando suavizar la tensión.

Leidy resopló, pero empezó a escuchar a sus amigos.

"Tenés razón, Sandra. Somos un gran equipo. Si combinamos nuestras habilidades, podemos hacerlo mejor que antes." - dijo Leidy, intentando conectar con el optimismo de su amiga.

"Exacto, ¡yo puedo ayudar a coordinar!" - se ofreció David, quien empezó ya a desordenar las cosas en una nueva dirección pero con más energía.

"Y yo me encargaré de hacer una lista de lo que necesitamos, y de cada prueba!" - exclamó Sandra, subrayando su inusual habilidad de enfocar.

Así comenzó una nueva ronda de planificación, donde cada uno mostraba sus habilidades. Con cada paso, el viento y el desorden parecían ser enemigos que no podían detenerlos.

Por fin llegó el día de la competencia. Cada prueba les presentó retos diferentes: desde correr hasta resolver acertijos, subir bicicletas y crear una manualidad exprés.

El primer desafío consistió en armar un rompecabezas gigante. Sin embargo, David, muy vanidoso, se distrajo admirándose en un espejo que había llevado y no se dio cuenta de que faltaban varias piezas.

"David, ¡ayudanos!" - gritaron Leidy y Sandra al unísono.

"Ah, sí, claro, estoy aquí!" - dijo, girándose rápido. Al ver lo que pasaba, se sintió un poco avergonzado.

"No importa, solo trabaja con nosotras, ¡ya tenemos el plan todo armado!" - dijo Leidy, que aunque tenía a veces un mal genio, era muy empática.

El siguiente desafío era atravesar un puente colgante, donde tenían que ir de tres en tres. Aquí, la desorganización de David se hizo evidente, y ellos no sabían cómo avanzaría el plan. Pero Sandra, siempre alegre, sugirió un juego que ayudó a decidir quién iba primero.

"¡Vayamos contando! ¡Uno, dos, tres, a cruzar!" - vociferó Sandra, feliz.

Finalmente, lograron cruzar y completer los desafíos con gran éxito, realmente disfrutaron del trabajo en equipo aunque hubo desvarios. Pero quedaba la última prueba: hacer una manualidad que representara su amistad.

"¿Qué tal si hacemos un gran corazón con nuestras manos, ya que cada uno tiene algo único que aportar?" - sugirió Leidy, ya más tranquila.

"Sí, eso es perfecto!" - dijo Sandra, emocionada.

David, ya reflexionando sobre su vanidad, quiso hacer algo especial y se esforzó en decorar la manualidad. Al final, lograron crear una hermosa obra que reflejaba su amistad.

Tras una larga jornada de disfrute, sus corazones estaban llenos, y decidieron que lo mejor de todo no era simplemente ganar, sino haber aprendido a trabajar juntos.

Cuando anunciaron los ganadores, se dieron cuenta que lo más importante no era el trofeo, sino tenerse unos a otros.

"Felicidades a todos, esto fue una gran experiencia!" - exclamó David, sonriendo.

"¡Sí! ¡Lo hicimos juntos!" - respondieron Leidy y Sandra, dejando sus diferencias a un lado.

Desde entonces, los tres entendieron que cada uno, con sus virtudes y defectos, formaba parte de un gran equipo en donde la amistad siempre sería la solución a cualquier desafío.

Y así, con cada nuevo desafío, la amistad de Leidy, David y Sandra se volvió más fuerte, recordando siempre el maravilloso día en el que aprendieron a trabajar juntos, incluso en los momentos difíciles.

FIN.

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