El Gran Desafío de Pipo
Era una soleada mañana en el barrio de Carlos Gardel, donde todos los perros del lugar se juntaban en el parque a jugar y correr. Entre ellos, había un pequeño cachorro llamado Pipo, que era conocido por su enorme apetito. A Pipo le encantaba comer, desde su croqueta favorita hasta las galletitas que su dueña le daba como premio.
Un día, mientras jugaban, Pipo tuvo una gran idea.
"¡Chicos! ¡Hoy podríamos hacer una competencia de quién puede comer más rápido!"
Dijo emocionado mientras movía su colita.
Los demás perros se miraron intrigados.
"No sé, Pipo. Puede que no sea una buena idea..."
dijo Rocco, el perro sabueso, con un tono de preocupación.
"¡Vamos, no seas aburrido! Solo será un juego."
respondió Pipo, animando a sus amigos.
Finalmente, todos aceptaron participar.
La competencia comenzó y los perros corrieron hacia el gran plato de comida que estaba preparado en el centro del parque.
"¡Miren qué rico!"
exclamó Lupe, la perra collie, mientras comenzaba a devorar la comida alocadamente.
Pipo estaba decidido a ganar. Comía y comía sin parar, sin preocuparse por lo que pasaba a su alrededor.
"¡Soy el más rápido!"
gritó entre bocados.
Pero de repente, mientras Pipo se agachaba para alcanzar otro bocado, su barriga se sentía pesada y le costaba moverse.
"Chicos, creo que comí demasiado..."
musitó, pero todos estaban tan entusiasmados que no le prestaron atención.
Justo cuando estaba a punto de levantarse, un gran globo que alguien había dejado en el parque se soltó y empezó a rodar hacia él.
"¡Cuidado!"
gritó Rocco, tratando de advertirlo.
Pero era tarde. Pipo, sin poder moverse bien, terminó aplastado bajo el globo y lo peor, se desplomó en el césped. Todos los perros se acercaron preocupados.
"¡Pipo! ¿Estás bien?"
preguntó Lupe, con voz preocupada.
"No... me siento muy mal..."
dijo Pipo, sintiéndose un poco avergonzado.
La preocupación de los amigos hizo que comprendiera lo importante que era la moderación.
"Chicos, creo que este juego no fue una buena idea..."
confesó Pipo, con un hilo de voz.
Después de un rato, los perros decidieron ayudar a Pipo.
"Vamos, tenemos que llevarlo a casa y asegurarnos de que se recupere"
dijo Rocco. Y así lo hicieron, todos juntos, uno empujando, otro sosteniendo y así, lograron salvar a su amigo.
Llegaron a casa de Pipo, donde su dueña ya los esperaba preocupada.
"¿Qué ha pasado, Pipo?"
preguntó.
"Me dejé llevar por la competencia y comí de más..."
respondió Pipo, ahora un poco cansado pero consciente de la lección aprendida.
Su dueña le acarició la cabeza.
"Eso puede pasarte a cualquiera. Pero lo importante es aprender. ¿No?"
"Sí... la próxima vez no me dejaré llevar"
respondió con una sonrisa, viendo a sus amigos a su lado.
Después de descansar y hacer un poco de ejercicio ligero, Pipo se sintió mejor y fue al parque una vez más, pero esta vez, solo a jugar sin competiciones locas.
"Gracias por ayudarme, chicos"
les dijo, con una enorme sonrisa.
"Siempre estaremos contigo, pero no olvides comer de a poco"
le recordó Rocco, todos rieron mientras corrían tras una pelota.
Desde ese día, Pipo aprendió que, aunque le encantaba la comida, era mejor disfrutarla con moderación. Y así, se convirtieron en un verdadero equipo al cuidar de su salud y pasarlo bien juntos en cada aventura.
FIN.