El Gran Desafío de Tomi



Había una vez, en una escuela primaria en un pequeño barrio de Buenos Aires, un niño llamado Tomi. Tomi era muy divertido y siempre estaba lleno de energía, pero había algo que le resultaba muy difícil: hacer la vertical.

Cada recreo, sus amigos, Sofía y Lucas, se ponían a practicar. Sofía realizaba verticales como si estuviera volando, mientras que Lucas intentaba imitarla con un poco más de esfuerzo. Tomi los miraba desde un rincón, tratando de juntar el valor para intentarlo.

"Vamos, Tomi. ¡Es muy divertido!", le decía Sofía con entusiasmo.

"Sí, ¿qué esperás? ¡Solo tenés que intentar!", animaba Lucas, dando un salto.

Pero Tomi se sentía inseguro.

"No sé... nunca me sale. Siento que me voy a caer y me lastimo", respondía con un suspiro.

"No te preocupes. A todos nos costó al principio", le decía Sofía con una sonrisa.

Un día, durante el almuerzo, Tomi vio un cartel en la pared del comedor que decía: "¡Gran concurso de acrobacias de la escuela!". El primer premio sería una medalla dorada y un kit de equipamiento deportivo.

"¡Mirá eso! ¡Es tu oportunidad!", exclamó Lucas entusiasmado.

"Pero... no sé hacer la vertical", contestó Tomi, un poco desanimado.

"Podés aprender, ¡con un poco de esfuerzo y práctica!", insistió Sofía.

Tomi sintió un pequeño cosquilleo en su estómago, una mezcla de miedo y emoción. Al llegar a casa, estuvo pensativo todo el día.

Esa tarde, se miró en el espejo y decidió que iba a intentarlo.

"¡Voy a practicar!", se dijo a sí mismo. Con determinación, salió al jardín, se colocó de pie y se preparó. Con mucho cuidado, puso las manos en el suelo, se impulsó y... ¡cayó de espalda!"Ay, eso dolió", se quejó, pero no se dio por vencido.

Día tras día, Tomi practicó. Se caía, se reía, y se levantaba nuevamente. Sus amigos siempre lo animaban,

"¡Vamos, Tomi! ¡Solo un poquito más!", decía Sofía mientras lo ayudaba a caerse menos.

"Te ves más cerca, cada vez que caés te levantás más rápido", añadía Lucas.

Tomi comenzó a sentir que estaba mejorando. Un día, mientras practicaba en el parque con los otros chicos, notó que algo había cambiado. Esta vez, empujó un poco más fuerte y... ¡lo logró!

Tomi, sorprendido, se quedó en vertical por unos breves segundos.

"¡Lo hice! ¡Lo hice!", gritó lleno de alegría. Sus amigos corrieron hacia él,

"¡Sos un campeón, Tomi!", dijeron mientras él reía de felicidad.

Con ese impulso, decidió inscribirse en el concurso. En la gran competencia, Tomi estaba nervioso, pero recordó todas las horas de práctica y el apoyo de sus amigos.

Cuando llegó su turno, tomó una profunda respiración y se concentró. Con confianza, se colocó en posición y, para su sorpresa, ¡realizó una vertical espectacular!

La multitud aplaudió, Sofía y Lucas gritaban emocionados desde la multitud. Al final del concurso, los jueces anunciaron los ganadores.

"Y el primer premio va para... ¡Tomi!", gritó la profesora de educación física.

Tomi no podía creerlo. Subió al escenario, recibió su medalla dorada y alzó su trofeo en alto.

"Nunca pensé que podría hacerlo. Gracias, Sofía y Lucas, por apoyarme. ¡Esto fue solo posible con esfuerzo y amistad!", dijo feliz.

Desde ese día, Tomi no solo se convirtió en un experto haciendo verticales, sino que también aprendió que con esfuerzo y perseverancia, todo era posible.

Fin.

FIN.

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