El Gran Desafío del Paseo Escolar
Era un hermoso día en la escuela Ricardo Flores Magón. Los alumnos de segundo grado estaban emocionados porque ese día harían un paseo escolar al bosque. Saori, Nahima, Cristian, Luis, Omar, Karen, Helen y Lidia no podían esperar para vivir esta aventura.
Cuando el colectivo llegó, todos subieron rápidamente, llenos de energía.
"¿Tenés tu mochila, Lidia?" - preguntó Helen.
"Sí, la tengo con mi libreta de dibujos y mis colores favoritos" - respondió Lidia.
Mientras viajaban, comenzaron a hablar sobre lo que harían en el bosque.
"Me gustaría buscar flores muy bonitas para dibujar" - dijo Nahima.
"Yo quiero buscar insectos raros" - añadió Cristian con entusiasmo.
"Y yo, quiero hacer una búsqueda del tesoro" - comentó Luis.
Cuando llegaron al bosque, los maestros les explicaron que tendrían un tiempo para explorar y luego se juntarían para un picnic. Los niños se dispersaron, llenos de curiosidad, pero algo inesperado sucedió.
Mientras buscaban, Saori y Omar se encontraron con un grupo de chicos de otra escuela que estaban haciendo exactamente lo mismo.
"¡Hola! ¿Pueden unirse a nosotros?" - les dijo Saori.
"¡Nosotros ya estamos jugando!" - contestó uno de los chicos con un tono despectivo.
Omar, sintiéndose un poco mal, miró a Saori.
"Quizás ellos no quieren jugar con nosotros. No importa" - dijo Omar.
Pero Saori no se dio por vencida. Decidió que lo mejor era intentarlo nuevamente. Se acercó a los otros chicos.
"Entendemos que quieren jugar, pero sería más divertido si todos participamos juntos, ¿no creen?" - dijo ella con una sonrisa.
Los chicos de la otra escuela se miraron entre sí, un poco confundidos.
Mientras tanto, Karen y Lidia habían encontrado un árbol enorme donde podían jugar a las escondidas.
"¿Qué tal si le contamos a los otros?" - sugirió Karen.
"Sí, así todos participamos y nadie se siente excluido" - respondió Lidia.
Volvieron donde estaban los demás y mucho más educados, invitaron al grupo a unirse.
"¡Chicos! ¡Descubrimos un árbol gigante, vení!" - gritó Lidia.
Los chicos de la otra escuela se acercaron, guiados por la curiosidad.
"Eso se ve genial" - dijo uno de ellos.
"¿Podemos jugar también?" - preguntó un poco tímido.
"¡Por supuesto! Cuantos más seamos, más divertido será" - exclamó Luis.
Así fue como comenzaron a jugar todos juntos. Saori, que había tomado la iniciativa, se sintió muy contenta de haber sido tolerante y respetuosa con el otro grupo. Omar, en cambio, se dio cuenta de que la empatía y el respeto pueden abrir muchas puertas.
Después de varias rondas de juegos, todos se sentaron a comer. Cristian sacó su sándwich y miró a su alrededor.
"Me gusta compartir. Si quieren, puedo darles un poco de mi merienda" - ofreció.
Los demás niños se sonrieron.
"¡Yo haré lo mismo!" - agregó Helen compartiendo sus galletitas.
La comida se hizo más rica con las risas y las anécdotas de todos. Al final del día, los niños se despidieron.
"¡Gracias por jugar con nosotros!" - dijeron los nuevos amigos al unísono.
Omar sonrió y expresó:
"La tolerancia y el respeto hacen que el juego sea mucho más divertido".
"Es cierto, ¡tenemos que hacerlo más seguido!" - agregó Nahima, contenta.
Cuando el colectivo volvió a la escuela, los niñxs se sintieron felices y llenos de aprendizajes. Todos habían formado nuevos lazos y había una atmósfera de amistad en el aire.
Así, los alumnos de la escuela Ricardo Flores Magón aprendieron que el respeto, la empatía y la tolerancia no solo enriquecen los juegos, sino también la convivencia. Y desde aquel día, siempre que se encontraban incluso en el patio de la escuela, recordaban que juntos, todo era más divertido.
FIN.