El Gran Desastre de los Huevos Revueltos



Era una mañana soleada cuando un grupo de amigos decidió aventurarse en un país desconocido. La emoción corría por sus venas al llegar a un acogedor departamento de alquiler. Entre risas y planes para explorar, decidieron que era hora de cocinar un rico desayuno: huevos revueltos.

"Voy a ser el chef", dijo Lucas mientras se acercaba a la cocina.

"Yo traigo el pan y la manteca", respondió Sofía, alegremente.

"Yo me encargo del jugo de naranja", añadió Benja, dando un pequeño salto.

"¿Y a quién le toca poner la mesa?", preguntó Lía, buscando un lugar donde acomodar todo.

Con cada uno contribuyendo, comenzaron la preparación. Lucas batía los huevos, Sofía tostaba el pan, y Benja exprimía las naranjas. La diversión estaba en pleno apogeo hasta que Lucas decidió experimentar un poco.

"¿Y si les pongo un poco de queso?", propuso mientras buscaba en la heladera.

"¡Sí, eso le va a dar un sabor increíble!", respondió Sofía entusiasmada.

Sin embargo, al calentar la sartén, Lucas se distrajo mirando un video en su teléfono, y sin darse cuenta, el fuego aumentó en la cocina. De repente, escucharon un pitido agudo que resonó en todo el departamento.

"¿Qué es eso?", gritó Lía, alarmada.

"¡La alarma de incendios!", exclamó Benja con los ojos abiertos como platos.

El grupo miró a su alrededor, y el humo comenzaba a invadir la cocina.

"¡Apaguen el fuego!", gritó Sofía, mientras señalaba la sartén donde los huevos empezaban a chisporrotear.

"¡No! ¡Llamen a alguien!", dijo Lía, tirando de Lucas hacia la puerta.

Rápidamente, Benja corrió hacia el extintor que estaba colgado en la pared.

"¡Yo lo traigo!", gritó mientras corría.

"¿Qué hacemos?", preguntó Lía, cada vez más nerviosa.

Benja llegó con el extintor, y todos se alinearon frente a la cocina, expectantes. Lucas, aún un poco aturdido, tomó la decisión más importante de la mañana.

"¡Yo lo haré!", dijo decidido, aunque un poco temeroso.

Con la ayuda de Benja, apuntaron el extintor hacia la sartén y comenzaron a liberar el polvo.

"¡Fuego, que no se apague!", gritó Lucas mientras el humo comenzaba a disiparse poco a poco.

Finalmente, el fuego se apagó, y los amigos quedaron allí, respirando aliviados, aunque con las camisetas manchadas de polvo.

"No puedo creer que haya pasado esto", dijo Sofía mientras se secaba la frente con el brazo.

"¿Están todos bien?", preguntó Lía, visiblemente aliviada.

"Sí, gracias a Benja y a su extintor", respondió Lucas, sonriendo con gratitud.

De repente, sobre la mesa, vieron cómo el pan seguía tostándose sin que nadie lo notara.

"¡No! ¡El pan!", gritó Sofía y corrió hacia la tostadora.

"No podemos cocinar más, al menos por hoy", bromeó Benja, haciendo que todos rieran aliviados.

Decidieron que era mejor salir a desayunar a un café cercano. Mientras caminaban, Lía reflexionó:

"Chicos, fue un gran susto, pero aprendimos algo muy importante hoy: necesitamos prestar atención cuando cocinamos y siempre tener a mano un extintor."

"¡Sí, y cocinar siempre en equipo!", agregó Lucas, feliz de estar rodeado de sus amigos.

Disfrutaron de un delicioso desayuno, riéndose del pequeño desastre matutino y aprendiendo que a veces, aunque las cosas no salgan como uno espera, siempre se puede convertir en una anécdota divertida si se tiene buena compañía.

Así que, mientras exploraban las maravillas del nuevo país, se prometieron nunca más distraerse en la cocina y, sobretodo, disfrutar cada momento juntos con una sonrisa. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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