El Gran Descubrimiento de los Sueños
- En un tranquilo pueblo llamado Villa Esperanza, un grupo de alumnos del colegio San Martín se reunía todos los días en el patio durante el recreo. Hablaban y reían, compartiendo sus sueños y aspiraciones futuras. Allí estaban Facundo, el curioso; Martina, la soñadora; Lautaro, el aventurero; y Sofía, la ingeniosa.
- ¿Y ustedes saben qué quieren ser cuando sean grandes? -preguntó Facundo, mirando a sus amigos con ojos brillantes.
- Yo quiero ser veterinaria para ayudar a los animalitos -respondió Martina, acariciando invisible a un gatito.
- Yo seré piloto de avión, ¡me encanta volar alto y conocer nuevos lugares! -exclamó Lautaro, haciendo gestos con los brazos como si estuviera surcando el cielo.
- Yo quiero ser científica, descubrir cosas que ayuden a las personas y al planeta -dijo Sofía, con su mirada perdida en el horizonte.
Emocionados por sus planes, decidieron hablar con los adultos del pueblo para conocer más sobre diferentes trabajos y profesiones. Armados con papel y lápiz, se dirigieron a la plaza principal, donde encontraron a la señora Rosa, una amable anciana que vendía flores.
- Buen día, señora Rosa. Nos gustaría saber más sobre su trabajo. ¿Podría contarnos? -preguntó Martina, con una sonrisa.
- Claro, queridos. Mi trabajo es cuidar de estas hermosas flores, darles agua, amor y cuidados para que luzcan radiantes y alegren el día de quienes las llevan a sus hogares -respondió la señora Rosa, con afecto.
- ¡Qué bonito! Muchas gracias, señora. Nos encanta lo que hace. ¡Hasta luego! -exclamaron los pequeños, despidiéndose con entusiasmo.
Continuaron su recorrido y se toparon con el señor Juan, el cartero del pueblo.
- ¡Buen día, señor Juan! ¿Podría contarnos sobre su trabajo como cartero? -preguntó Lautaro, con curiosidad.
- Por supuesto, chicos. Mi trabajo es llevar las cartas y paquetes a todas las casas del pueblo, asegurándome de que lleguen a tiempo y en perfecto estado. Es un trabajo que me llena de alegría, ya que sé que cada entrega trae una sonrisa a quienes las reciben -respondió el señor Juan, con una cálida sonrisa.
Los niños asintieron con entusiasmo, agradecieron al señor Juan y se despidieron con una oleada de nuevas ideas y conocimientos sobre el mundo laboral. Decidieron continuar su exploración y, para su sorpresa, encontraron a la señora Marta, la bibliotecaria del pueblo.
- ¡Buen día, niños! ¿Qué les trae por aquí? -saludó la señora Marta, sorprendida por la visita.
- Hola, señora Marta. Nos encantaría saber más sobre su trabajo en la biblioteca. ¿Podría contarnos? -preguntó Sofía, con su libreta en mano.
- Claro, queridos. Mi trabajo consiste en organizar los libros, ayudar a los visitantes a encontrar las historias que buscan y fomentar el amor por la lectura en toda la comunidad. Es un trabajo maravilloso que me llena el corazón cada día -explicó la señora Marta, con una chispa en sus ojos.
Los pequeños agradecieron a la amable bibliotecaria y se despidieron con una nueva apreciación por el poder de los libros. Con cada historia que conocían, su lista de posibles futuros se expandía, y su entusiasmo por descubrir el mundo laboral seguía creciendo.
Con el sol comenzando a ponerse, regresaron a la escuela con la mente llena de emocionantes posibilidades. Se sentaron en el patio, viendo el cielo teñirse de naranja, y compartieron sus descubrimientos con el resto de los compañeros. La magia de los sueños y las múltiples opciones que les ofrecía el mundo laboral los llenaba de emoción y determinación. Sabían que, sin importar a qué se dedicaran en el futuro, cada labor tenía su propio valor y contribución al mundo.
A medida que el sol se escondía en el horizonte, los pequeños conversaban animadamente, soñando con el día en que podrían convertir sus pasiones en profesiones, sabiendo que el camino por delante sería emocionante y lleno de descubrimientos.
FIN.