El Gran Descubrimiento de Tomi y Papá



Una soleada mañana de sábado, Tomi y su papá decidieron salir a pasear en bicicleta. Tomi, con sus rulos ondulados y su sonrisa radiante, estaba feliz sentado sobre el caño de la bici, mientras su papá pedaleaba con energía.

"¡Vamos, papá! ¡Acelera!" - gritó Tomi emocionado, disfrutando del viento en su rostro.

"¡Voy! ¡Voy!" - respondió el padre, disfrutando del momento.

Mientras pedaleaban por las calles de la ciudad, el aroma de las facturas recién horneadas y el canto de los pájaros los acompañaban. Sin embargo, en una de las esquinas, algo brilló en el suelo, llamando su atención.

"¡Mirá eso, papá!" - exclamó Tomi. Su papá se detuvo y ambos se inclinaban hacia el objeto que había capturado su curiosidad.

Era un celular, que parecía estar olvidado. Tomi lo levantó con cuidado, sintiéndose un poco como un detective.

"¡Guau! ¿Qué hacemos con esto?" - preguntó Tomi con ojos brillantes.

"Lo primero que tenemos que hacer es ver si podemos encontrar a su dueño. Nunca está bueno quedarnos con algo que no es nuestro", respondió su papá, siempre preocupado por hacer lo correcto.

Decidieron que lo mejor sería llevarlo a la policía. A medida que pedaleaban, Tomi empezó a pensar en todo lo que podría haberle pasado a la persona que lo había perdido.

"¿Y si alguien lo estaba buscando? Si lo habrás perdido, debe estar angustiado..." - dijo Tomi pensativo.

"Exactamente, pichón. Las cosas son más valiosas para sus dueños, así que es mejor ayudar a encontrarlo", acotó el padre.

Cuando llegaron a la comisaría, fueron recibidos por un oficial amable

"¿Qué traen en la bolsita?" - preguntó el oficial con una sonrisa.

"Encontramos un celular en el piso. Pensamos que podría ser de alguien que lo está buscando" - respondió Tomi, brillante de orgullo por hacer algo bueno.

"¡Excelente trabajo, chicos!" - dijo el oficial, tomando el celular.

Después de verificar el departamento del celular, el oficial le informó que habían podido contactar al dueño gracias a una app que tenía.

"Mirá, Tomi, si no hubiéramos traído el teléfono, esa persona seguiría preocupada, ¡lo hicimos bien!" - dijo su papá.

"Siii, ¡somos héroes!" - pensó Tomi, riéndose en voz alta.

Un rato después, el oficial salió con un hombre preocupado que, al ver su celular, sonrió como si hubiera recuperado un tesoro.

"¡Gracias! ¡Ustedes son unos ángeles!" - exclamó el dueño, con lágrimas de alegría.

"No fue nada, sólo hicimos lo correcto" - dijo el papá, mientras Tomi sonreía satisfecho.

De vuelta en la bicicleta, Tomi miraba a su papá, lleno de admiración.

"¿Podemos seguir pedaleando y buscar más cosas que ayudar?" - preguntó enérgico, sintiendo que podían hacer una diferencia.

"Por supuesto. Días como este merecen más aventuras. Y siempre que podamos, hagamos felices a los demás, así haremos del mundo un lugar mejor" - contestó papá, ayudando a su hijo a comprender el valor de la empatía y la solidaridad.

Y así, mientras continuaron su paseo, padre e hijo supieron que no solo estaban disfrutando de un lindo día, sino que también estaban sembrando una semilla de bondad en el corazón de la ciudad y en el de Tomi, que aprendería que ser un buen ciudadano empieza por pequeños actos de generosidad.

Y así terminó un día lleno de risas, descubrimientos y una buena lección para ambos.

FIN.

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