El Gran Desfile de Disfraces



Era un día soleado en el jardín de infantes Arcoíris, y los niños estaban muy emocionados porque se acercaba Halloween. La maestra Luisa les había contado sobre la tradición de disfrazarse y salir a pedir golosinas. Pero había un pequeño problema: algunos niños sentían miedo al pensar en los disfraces de monstruos y fantasmas.

Un día, mientras todos estaban pintando calabazas, Tomás, el más pequeño del grupo, levantó la mano y dijo nervioso:

- “¿Y si me disfrazo de fantasma y me asusto a mí mismo? ”

La maestra Luisa sonrió y les dijo:

- “No se preocupen, amigos. Halloween es solo una fiesta para divertirnos y no hay que tener miedo. ¿Qué tal si hacemos un truco para superar nuestros miedos? ”

- “¿Un truco? ¿Cómo? ” – preguntó Ana, con sus ojos grandes y curiosos.

- “Primero, haremos una lista de nuestros miedos y luego pensaremos en un disfraz que los convierta en algo divertido” – propuso la maestra Luisa.

Los niños, intrigados, comenzaron a escribir en sus pizarras. Tomás escribió “los fantasmas”; Ana anotó “los monstruos” y Joaquín dijo que su miedo era “la oscuridad”. Todos juntos, empezaron a reír y a buscar ideas para sus disfraces.

- “Yo quiero ser un fantasma divertido” – dijo Tomás – “Con una sábana blanca, ¡y dibujaré una cara sonriente! ”

- “Yo me disfrazaré de monstruo bailarín” – exclamó Ana. – “Voy a ponerme una peluca loca y colores en mi cara”.

- “Y yo seré un superhéroe que ilumina la oscuridad” – dijo Joaquín mientras sacaba su linterna del bolsillo.

Todos los niños se llenaron de entusiasmo. Por fin, llegó el día del Gran Desfile de Disfraces. El jardín de infantes estaba decorado con globos, calabazas y luces. Cada uno llegó con su disfraz.

Tomás, con su sábana blanca y su gran sonrisa, se veía más divertido que aterrador. Ana, con su peluca colorida y su disfraz de monstruo alegre, no paraba de bailar. Joaquín, con su capa de superhéroe y su linterna brillante, estaba listo para iluminar el lugar.

- “¡Vengan todos! ¡A bailar y a reír! ” – gritó la maestra Luisa.

Y así, comenzaron a moverse al ritmo de la música. Los miedos fueron desapareciendo, y los niños se dieron cuenta de que disfrutar y reírse de sus invenciones era mucho más divertido que tener miedo.

Al final del día, la maestra Luisa reunió a todos.

- “¿Se dieron cuenta de que el miedo se puede convertir en alegría? ” – les preguntó.

- “¡Sí! ” – gritaron todos al unísono.

Celebraron con un gran banquete lleno de golosinas, y cada niño compartió historias de cómo sus disfraces les ayudaron a vencer el miedo. Al terminar, Tomás le dijo a Ana y Joaquín:

- “El año que viene, deberíamos disfrazarnos todos juntos de algo divertido”.

Los demás asintieron con entusiasmo, y así, los niños aprendieron que lo mejor de Halloween no era los sustos, sino la amistad, la risa y la diversión.

Desde aquel día, cada año celebraban Halloween en el jardín de infantes Arcoíris, dejando atrás sus miedos y creando un mundo lleno de sonrisas y alegría. Y así, Halloween se transformó en una fiesta que los unía y les enseñaba que siempre importa más la amistad que cualquier miedo.

FIN.

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