El Gran Desfile de las Glorias
En un pequeño pueblo en el sur de Chile, vivía un niño llamado Joaquín, que soñaba con ser un gran soldado. Cada 19 de septiembre, su pueblo se llenaba de banderas y colores, pues era el día de las Glorias del Ejército de Chile, una fecha especial en la que celebraban el valor y el coraje de los soldados. Joaquín estaba muy entusiasmado, y ese año, tenía un plan especial.
Una mañana, Joaquín se reunió con sus amigos, Pablo, Lucia y Sofía, en el parque, donde se encontraban todos los años para planear cómo celebrar la fecha. Joaquín, con una sonrisa, dijo:
"¡Chicos, este año propongo que hagamos nuestro propio desfile en el parque!"
Lucia, siempre creativa, se emocionó y comentó:
"¡Sí! Podemos hacer nuestras propias banderas y coreografías. ¡Voy a buscar listones de colores!"
Pablo, un poco más tímido, preguntó:
"Pero, ¿y si no nos sale bien?"
Sofía, con su característica valentía, respondió:
"¡Si no nos sale, la intentaremos de nuevo! Lo importante es divertirnos y honrar a nuestros héroes."
Así, el grupo se puso manos a la obra. Pasaron días armando sus trajes de soldados, pintando banderas y ensayando una pequeña obra que reflejara la valentía de los soldados chilenos, aquellos que habían luchado por la libertad y la paz de su país.
Sin embargo, un día antes del gran evento, una tormenta se desató en el pueblo. Con vientos fuertes y lluvia, Joaquín pensó que su trabajo había sido en vano. Desalentado, se sentó en la vereda y comenzó a llorar.
En ese momento, su abuelito, un veterano del ejército, se acercó y le dijo:
"¿Qué te pasa, Joaquín?"
"Abuelo, quise hacer un desfile para honrar a los soldados, pero ahora parece que no podremos hacer nada. Todo se arruinó con esta tormenta."
El abuelo sonrió y le contó:
"Hijo, en la vida hay tormentas que nos hacen dudar, pero los verdaderos héroes nunca se rinden. Te contaré una historia..."
Y así, mientras la lluvia caía, el abuelo relató cómo en tiempos pasados, los soldados enfrentaron desafíos mucho mayores. Ellos, pese a los obstáculos, se levantaron una y otra vez, demostrando que la perseverancia y el trabajo en equipo son las claves para lograr cualquier objetivo.
"Si los soldados pudieron enfrentar batallas, nosotros podemos hacer frente a una tormenta y seguir adelante con nuestro desfile", concluyó el abuelo.
Inspirados por las palabras de su abuelo, Joaquín y sus amigos decidieron buscar un nuevo lugar bajo el cobijo de una carpa en el parque. Juntos, trabajaron para acomodar todo lo que habían hecho y, al día siguiente, cuando la tormenta cesó y salió el sol, el parque se llenó de risas y alegría.
Los niños presentaron su desfile con mucha energía. Con sus banderas ondeando y sus corazones llenos de orgullo, contaron la historia de los valientes soldados que protegen su país. La gente del pueblo se unió a ellos, aplaudiendo y disfrutando de la presentación.
Al final del desfile, Joaquín miró a su alrededor y sonriendo dijo:
"¡Logramos hacer nuestro propio homenaje! Y aprendí que no importa cuán difícil se ponga, siempre hay que seguir luchando."
Sofía, emocionada, añadió:
"Y que el valor no solo está en el ejército, sino en cada uno de nosotros. ¡Hoy nos convertimos también en héroes!"
Ese día, el pueblo celebró con alegría las Glorias del Ejército, pero también aprendió que el verdadero espíritu heroico vive en la perseverancia, la amistad y el amor por lo que hacen. Joaquín, ya no solo soñaba con ser un soldado; había descubierto el valor de ser un buen amigo y un valiente, incluso en los tiempos difíciles.
FIN.