El Gran Desorden y la Magia de la Amistad
Érase una vez en un colorido jardín de infantes, donde veinte niños de sala cuna mayor vivían emocionantes aventuras. Eran grandes amigos y compartían todos los juguetes, los cuentos y la risa. Sin embargo, un día, algo extraño sucedió. Todo comenzó cuando el sol brillaba más que nunca y decidieron jugar al escondite.
"¡Yo me escondo detrás de la caja de bloques!" dijo Julián emocionado.
"¡Y yo me esconderé bajo la mesa!" respondió Sofía, con una gran sonrisa.
Mientras jugaban sucio, los amigos se olvidaron de recoger los juguetes. En lugar de guardar todo, simplemente comenzaron a dejarlo por donde pasaban. De pronto, el salón se convirtió en un caos total. Muñecas, bloques, pinturas y pelotas estaban por doquier.
Las tias, al ver el desorden, comenzaron a preocuparse.
"¡Ay, qué va a pasar con nuestro salón!" lloró la tía Clara.
"Nunca había visto tanto lío. ¿Cómo vamos a arreglar esto?" se lamentó la tía Lila.
Los niños, que jugaban felices, al ver a las tias tristes, comenzaron a darse cuenta de que el desorden los afectaba a todos. No podían jugar más, y la magia del salón se estaba desvaneciendo.
"¿Qué hacemos?" preguntó Simón, angustiado.
"No podemos dejar a nuestras tias llorando. Necesitamos ayudar a arreglar esto... ¡pero no sé por dónde empezar!" dijo Valentina.
Los niños se miraron y unieron sus ideas. Fue entonces cuando Julián tuvo una brillante idea.
"¡Hagamos una carrera! Cada uno de nosotros recogerá lo que pueda en menos de un minuto y el que más recoja ganará un sticker de estrella!"
Las caras de los niños brillaron al instante. La emoción de llevarse un sticker les gustó mucho. Comenzaron a correr por el salón, recogiendo juguetes a una velocidad sorprendente.
"¡Yo tengo cinco pelotas!" gritó Mateo.
"¡Y yo tengo tres muñecas!" exclamó Sofía.
Risas y gritos de alegría llenaban el entorno, mientras cada línea de juguetes comenzaba a desaparecer. Las tias, al ver a los niños tan entusiasmados, no pudieron evitar sonreír.
"¡Eso es! ¡Vamos, juntos podemos vencer al desorden!" animó la tía Clara, secándose las lágrimas.
"¡Mirad cómo se llenan esas cajas!" aplaudió la tía Lila.
En menos de diez minutos, toda esa gran maraña se había convertido en un orden maravilloso. Los niños, cansados pero felices, habían logrado lo que pensaban que era impossible.
"¡Lo hicimos! ¡Miren cómo brilla el salón!" dijo Valentina con orgullo.
"¡Sí! ¡Y en una carrera! Eres un gran capitán de limpieza, Julián!" agregó Simón, chocando las manos con él.
Las tias estaban tan agradecidas y orgullosas que decidieron premiar a todos.
"¡Han sido unos campeones!" dijo la tía Lila mientras sacaba un estuche lleno de stickers.
"Hoy, cada uno de ustedes se ganará un sticker de estrella, así que mientras se la coloquen, cuenten lo que aprendieron sobre el trabajo en equipo."
Cada niño habló sobre cómo había sido la experiencia de juntar los juguetes, y así descubrieron algo maravilloso. La verdadera magia de aquel día no eran solo los stickers, sino el valor de trabajar juntos.
"Ahora siempre recordaremos que juntos somos más fuertes y más organizados" reflexionó Sofía.
Desde aquel día, cada vez que jugaban, se acordaban de recoger al finalizar. Así, su salón siempre quedó lindo y ordenado, y las tias nunca volvieron a llorar por el lío, porque sabían que sus niños eran unos verdaderos héroes del orden.
Y así, los 20 amigos aprendieron que compartir y organizar va de la mano con la amistad, y eso los hizo más felices que nunca.
FIN.