El Gran Día de Juegos en el Pueblo Mágico
Era un soleado día en el Pueblo Mágico, donde la risa de los niños y el canto de los pájaros se entrelazaban en una melodía encantadora. Los niños, llenos de energía y emoción, se habían reunido en la plaza central para participar en una actividad muy especial: un día de juegos con animales mágicos.
Lía, una pequeña con trenzas y ojos brillantes, estaba ansiosa por conocer a los animales.
"¿Qué animales vendrán hoy?", preguntó emocionada.
"¡Me dijeron que vendrá un unicornio!", exclamó Joaquín, un niño aventurero con una gorra roja.
"¡Yo quiero montar al unicornio!", añadió Valentina, con una gran sonrisa en su rostro.
Los niños se juntaron en un círculo, mientras un hombre de largas barbas y chaleco colorido, conocido como Don Toto, tocaba su flauta mágica para convocar a los animales.
De pronto, un suave brillo apareció y, para sorpresa de todos, un hermoso unicornio blanco surgió de entre los árboles. Su cuerno dorado relucía bajo el sol, y los niños comenzaron a aplaudir.
"¡Bienvenido, hermoso unicornio!", gritó Lía mientras corría hacia él.
"Soy Estrella, y estoy aquí para jugar con ustedes", dijo el unicornio con una voz melodiosa.
Los juegos comenzaron. Pidieron a Estrella que los llevara en un paseo mágico por el bosque. Cada niño pudo subir a su lomo, volando ligero como una pluma. Pero, en medio de la diversión, algo inesperado ocurrió. Un pequeño dragón que estaba escondido entre los árboles, llamado Draco, se sintió celoso de toda la atención que estaba recibiendo el unicornio.
"¡Espera! ¿Por qué no me invitan a jugar?", gritó Draco, que tenía escamas verdes y ojos grandes.
Los niños se miraron entre sí, sorprendidos.
"No sabíamos que querías jugar. ¡Ven!", dijo Joaquín, haciendo un gesto para que se uniera.
Así, el grupo comenzó a jugar juntos. Estrella enseñó a los niños a soñar con sus deseos mientras volaban, y Draco mostró su habilidad para lanzar pequeñas nubes de humo de colores.
"¡Mirá lo que puedo hacer!", exclamó mientras lanzaba humo azul.
"¡Es hermoso!", respondieron los niños, riendo.
La tarde continuó y los animales mágicos trajeron más amigos al juego. Un grupo de conejos saltarines y una tortuga que sabía hacer malabares se unieron a la diversión. Al final, todos los niños y los animales se sentaron alrededor de un gran árbol.
"Hoy aprendimos que todos podemos ser amigos, sin importar nuestras diferencias", dijo Valentina.
"Sí, y que cada uno tiene algo especial que aportar", agregó Lía.
"Yo siempre he pensado que los dragones son temidos, pero ahora veo que pueden ser divertidos". dijo Joaquín.
Don Toto sonrió al ver la felicidad en los rostros de los niños y los animales.
"Este es el verdadero espíritu del Pueblo Mágico: la diversidad, la amistad y la inclusión. ¡Nunca olviden eso!"
Los niños prometieron regresar al día siguiente para seguir jugando y aprendiendo juntos, sin importar las diferencias que pudieran tener.
Y así, el sol comenzó a ocultarse detrás de las montañas, dejando un resplandor dorado sobre el Pueblo Mágico. Los niños y los animales disfrutaron de la compañía mutua y un hermoso lazo de amistad se formó ese día especial. Todos aprendieron que la magia no está solo en los animales, sino también en la amistad que creamos.
Y así terminó aquel Gran Día de Juegos en el Pueblo Mágico, pero la aventura de la amistad apenas comenzaba.
FIN.