El gran día de Koala Sam



En un verde y alegre bosque de Australia, vivía un koala llamado Sam. Era un koala curioso y divertido, pero había algo que lo preocupaba. ¡Tenía un gran miedo a las montañas rusas y a las atracciones del parque! Sin embargo, hoy era un día especial: la feria del bosque había llegado, y todos sus amigos estaban entusiasmados.

"¡Sam! ¡Vamos a la feria! ¡Va a haber un montón de juegos!" - gritó su amiga la ardilla Lili, mientras saltaba de un árbol a otro.

Sam miró hacia el parque de atracciones, donde las luces brillaban y risas llenaban el aire. "No sé, Lili... No me gusta la idea de subirme a esas cosas tan altas y rápidas..."

"¡Pero Sam! ¡Es muy divertido! Además, ¡no estarás solo! Estaré contigo todo el tiempo" - insistió Lili con una sonrisa entusiasta.

Sam dudó, pero la emoción de sus amigos era contagiosa. "Bueno, tal vez un momento..." - murmulló. Así que decidió ir con ellos, aunque sentía un nudo en la panza.

Al llegar, el parque de atracciones era un lugar de maravillas. Las luces parpadeaban como estrellas, y el aroma de algodón de azúcar llenaba el aire. Todos parecían disfrutar de las atracciones, pero Sam seguía sintiéndose nervioso.

Lili lo llevó a la primera atracción, un carrusel de colores. "Mirá, Sam, ¡esto es fácil!" - dijo mientras subía a su caballito favorito. Sam se subió con ella, un poco más tranquilo.

"¡Esto no está tan mal!" - dijo mientras giraban alegremente. Sin embargo, cuando vieron la montaña rusa a lo lejos, su corazón dio un vuelco.

"¡Vengan a la montaña rusa! Es la mejor de todas!" - gritó su amigo el canguro Max, saltando de emoción.

Sam vio la montaña rusa subir y bajar en increíbles giros y vueltas. "No sé si puedo, chicos..." - dijo temiendo un poco más la atracción.

"No te preocupes, Sam. ¡Nosotros estaremos contigo!" - dijo Lili animada. Sam respiró profundo y se armó de valor. "Dale, lo intentaré", pensó. Los tres amigos se formaron en la fila y cuando llegó su turno, Sam sintió palpitaciones.

Ya sentados en los vagones, Max gritó "¡Vamos!" y el tren comenzó a avanzar. "Esto no puede ser tan aterrador..." - trató de convencerse Sam, pero pronto el carrito empezó a subir.

Al llegar a la cima, el mundo se veía diminuto, y el miedo llenó a Sam. "¡Ay, no puedo!" - gritó, y en ese momento, el carrito lanzó el descenso.

"¡Woooooow!" - gritaron Lili y Max mientras Sam se quedaba con los ojos muy abiertos. Pero, a medida que bajaban, sintió el viento en su pelaje y las carcajadas de sus amigos a su lado.

Sam empezó a reírse. "¡Esto es... ¡in-cre-í-ble!" - ¡Sin darse cuenta, el miedo quedó atrás!

Al final del paseo, Sam saltó del carrito radiante. "¡Quiero más!" - dijo emocionado. Todos se pusieron a reír y aplaudirlo.

Luego de varios paseos en el parque, Koala Sam se dio cuenta de que su miedo se convirtió en diversión.

"¡Gracias, amigos!" - exclamó con alegría. "Esto fue lo mejor que pude haber hecho. Nunca imaginé que me gustaría tanto!"

Max sonrió y dijo: "La próxima vez, ¿te animarás a probar la montaña rusa helada?"

"¡Sí! ¡Quiero un helado en la montaña rusa!" - gritó Sam riendo, mientras todos se abrazaban.

Y así, el koala Sam aprendió que a veces, enfrentarse a lo que nos da miedo puede llevar a momentos inolvidables. Desde ese día, cada vez que alguien tenía miedo, Sam siempre decía: "¡No te preocupes! ¡Un buen amigo siempre estará a tu lado!"

La lección de Sam recorrió el bosque: no importa cuán aterrador parezca, a veces el mayor tesoro se encuentra más allá del miedo. Y claro, ¡no olvidemos un buen helado por si acaso!

Fin.

FIN.

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