El gran día de la amistad en la carnicería
Era un caluroso día en la ciudad de Buenos Aires. En una pequeña esquina, se encontraba la carnicería de Doña Rosa, donde todos los animales del barrio solían reunirse. Un día, Doña Rosa decidió organizar una gran fiesta para celebrar la amistad. Invitó a todos sus amigos: el Gato, el Pato, el Elefante, un Niño muy curioso y, por supuesto, al Cocodrilo.
"Hola, Doña Rosa, estoy aquí para la fiesta!" - dijo el Niño con una gran sonrisa.
"¡Hola, querido! Me alegra verte. Todos los animales ya están llegando," - respondió la señora, mientras acomodaba algunas bandejas de carne.
Pronto llegaron el Gato y el Pato, quienes discutían sobre quién podría atrapar más ratones.
"Yo soy más rápido y ágil, ganaría sin dudas!" - se jactaba el Gato.
"Pero yo puedo volar y ver desde las alturas. Eso me da una gran ventaja!" - replicó el Pato emocionado.
Mientras tanto, el Elefante, con su enorme trompa, llegó cargando dos enormes bolsas llenas de frutas y verduras.
"¡Buen día! Les traje algo saludable para compartir. Tenemos bananas y zanahorias!" - anunció el Elefante orgulloso.
Todos se reunieron en la carnicería. Doña Rosa había preparado deliciosos platillos y había decorado el lugar con globos de colores. Todos estaban emocionados a la espera de la llegada del Cocodrilo, quien siempre tenía historias divertidas para contar.
"Siempre llega tarde, ese cocodrilo!" - comentó el Gato, mirando impaciente el reloj.
"Tal vez esté atrapado en algún río, " - sugirió el Pato.
De pronto, un gran estruendo se oyó desde la puerta. Al abrirse, apareció el Cocodrilo, cubierto de barro y hojas.
"¡Hola, amigos! Perdón por la demora, ¡me quedé atrapado en el lodo!" - explicó el Cocodrilo riendo. Todos se rieron, no podían imaginarse al gran Cocodrilo atrapado en el barro.
Después de un rato de comidas y risas, el Niño se acercó a Doña Rosa.
"Señora, ¿puedo ayudar en algo?" - preguntó con su espíritu servicial.
"Bueno, si quieres, ayúdame a repartir las comidas y a que todos tengan un plato lleno." - le respondió Doña Rosa.
El Niño, emocionado, se puso a ayudar. Así, repartió las frutas del Elefante y una deliciosa carne, mientras el Gato y el Pato organizaban juegos para todos.
Mientras jugaban, el Cocodrilo sugirió un juego de contar historias.
"¿Quién quiere contar una historia?" - invitó.
"¡Yo!" - dijo el Gato, mientras se acomodaba para hablar. "Había una vez..."
Y así, cada uno contó su propia aventura. El Elefante habló sobre su viaje al zoológico, el Niño sobre su día en el parque, y el Gato y el Pato intercambiaron historias sobre correr detrás de ratones y volar. Todos reían y se emocionaban con las anécdotas.
De repente, el Gato tuvo una idea brillante.
"¡Propongo que cada vez que nos reunamos, hagamos esto! Un día en la carnicería y cada uno cuenta su historia y trae algo para compartir!" - propuso emocionado.
"¡Genial!" - exclamó el Pato.
"Y así todos podemos aprender de las aventuras de los demás!" - agregó el Cocodrilo.
Doña Rosa, conmovida por la alegría de todos, sonrió y añadió:
"Y además, siempre habrá algo rico para comer, porque aquí en mi carnicería siempre hay amistad y buenos momentos." - dijo Orgullosa.
Al final del día, todos estaban repletos de comida y recuerdos, y, sobre todo, muy felices de tener una nueva tradición de amistad.
"Prometamos que haremos esto de nuevo cada mes!" - dijo el Elefante mientras levantaba su trompa como un brindis.
Y así, entre risas, juegos y comidas, todos los animales se despidieron con la promesa de celebrar la amistad una vez más. Desde ese día, la carnicería de Doña Rosa se convirtió en un lugar de encuentro donde la amistad era el ingrediente principal.
FIN.