El Gran Día de la Convivencia



Era un día soleado en la Escuela Primaria Arcoíris, y los estudiantes estaban emocionados por el Gran Día de la Convivencia. La maestra Carla había planeado una jornada llena de juegos, actividades y, sobre todo, lecciones sobre la amistad y el respeto.

Mientras los niños se agrupaban en el patio, Clara, una niña de cabellos rizados y eterna sonrisa, se acercó a su mejor amiga, Tomás, un niño que siempre estaba listo para una aventura.

"¿Estás listo para el Gran Día de la Convivencia, Tomi?" - preguntó Clara, saltando de alegría.

"¡Sí! Espero que podamos hacer muchos amigos nuevos hoy" - respondió Tomás, con su energía contagiosa.

La maestra Carla reunió a todos los estudiantes y explicó que esa jornada sería especial.

"Hoy no solo vamos a jugar, sino que también vamos a aprender a ser mejores compañeros. Cada actividad será una oportunidad para demostrar cómo podemos vivir en armonía" - dijo con una gran sonrisa.

Primero, comenzaron con el Juego del Nudo Humano. Todos los niños debían unirse en un círculo, tomarse de las manos y trabajar juntos para desenredarse. Al principio, todo era un lío y había risas por doquier.

"¡Tirá para allá!" - gritó Nicolás, mientras intentaba desenredar su mano.

"No, esperá, así te atrapas más!" - se reía Ana.

Después de varios intentos y un par de caídas cómicas, finalmente lograron deshacerse del nudo.

"¡Lo hicimos! ¡Somos el mejor equipo!" - exclamó Clara, viendo cómo todos se abrazaban.

"Así es, si colaboramos, todo parece más fácil" - asintió Tomás.

Luego de ese primer juego, la maestra Carla les propuso un reto diferente: formar equipos y construir una torre con bloques. El equipo de Clara y Tomás tenía que trabajar con otros compañeros que no conocían muy bien.

Al principio, Clara se sintió un poco incómoda.

"No sé si podremos hacerlo con ellos" - murmuró Clara a Tomás.

"Dale, Clara. Si les hablamos y les preguntamos ideas, seguro nos va a ir bien. ¡Tengamos confianza!" - le respondió.

Tomás se acercó a un niño llamado Facundo, un poco tímido, y le dijo:

"¡Hola, Facu! ¿Tenés alguna idea para nuestra torre?"

Facundo, sorprendido por el gesto, sonrió y respondió:

"Podemos hacerla bien alta. Yo tengo unos bloques que están en casa. Mi papá me enseñó a construir torres altísimas".

"Genial, Facu, vos traé los bloques y nosotros pensamos en cómo unirlo" - dijo Clara, sintiéndose más tranquila.

Con más ideas y un poco de trabajo en equipo, lograron construir una impresionante torre que se alzaba orgullosa.

"¡Miren lo que hicimos!" - gritó Tomás.

"Me encanta. ¡Hicimos un gran equipo!" - respondió Facundo, ahora mucho más animado.

Más tarde, llegó el momento del gran almuerzo. Mientras compartían sus viandas, Clara escuchó a Belén, una compañera que siempre parecía solitaria.

"¿Querés un poco de mi sándwich?" - le ofreció Clara, sinceramente.

"¿De verdad?" - preguntó Belén, con sorpresa.

"Por supuesto, aquí siempre hay de más para compartir" - sonrió Clara, mientras le pasaba un pedazo.

A lo largo del día, los niños aprendieron a escuchar las ideas de los demás, a compartir, a ceder y, lo más importante, a disfrutar de la compañía de sus compañeros.

Cuando el sol comenzó a caer, todos se agruparon para reflexionar sobre el día.

"Hoy aprendí que no importa si no conocemos a todos, siempre hay algo bueno en cada uno de nosotros" - dijo Tomás.

"Sí, y que juntos somos mucho más fuertes" - agregó Clara, mirando a su alrededor y viendo a un grupo de niños risueños.

"Voy a llevarme esto a casa, lo prometo" - sonrió Facundo.

Y así, con el corazón lleno de alegría y amistades nuevas, Clara y Tomás se dieron cuenta de que el verdadero espíritu de convivencia se trataba de compartir, escuchar y divertirse juntos. Desde aquel Gran Día de la Convivencia, la Escuela Arcoíris fue aún más colorida, ¡y todos aprendieron a ser mejores amigos!

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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