El Gran Día de la Limpieza en la Ciudad



Era un día soleado en Colibro, una ciudad famosa por sus hermosos parques y coloridos murales. Los niños jugaban en la plaza, pero algo no estaba bien. A lo lejos, se podían ver montañas de basura acumulándose.

"¿Por qué hay tanta basura, Clara?" preguntó Tomás, mientras hacía malabares con su pelota.

"No lo sé, Tomás. Pero huele mal y no puedo jugar a gusto", respondió Clara, tapándose la nariz.

Intrigados, decidieron investigar. Juntos caminaron hacia el centro de la ciudad. Al llegar, se encontraron con sus amigos Lía y Mateo, quienes también estaban preocupados.

"Miren eso!" dijo Lía, señalando a una familia de patos que nadaban en un charco lleno de residuos.

"¡Pobrecitos! No pueden vivir así", exclamó Mateo.

"Esto no puede seguir así. ¡Tenemos que hacer algo!" propuso Clara.

Los cuatro amigos se sentaron a pensar. Después de unos minutos, Tomás tuvo una idea brillante.

"¡Hagamos un Gran Día de la Limpieza! Podemos invitar a todos los niños y adultos a ayudarnos a recoger la basura. ¡Así Colibro volverá a ser hermosa!".

Todos estuvieron de acuerdo y, emocionados, comenzaron a planear el evento. Hicieron volantes, organizaron juegos y prepararon un gran picnic para celebrar el fin de la jornada.

El día de la limpieza llegó, y la plaza se llenó de risas y entusiasmo. Niños y adultos de todas partes de Colibro se unieron al esfuerzo. Equipados con guantes y bolsas de residuos, empezaron a recoger la basura.

"¡Miren cuánto hemos recolectado!" gritó Lía, levantando una bolsa repleta de envases.

"¡No puedo creer cuánto daño hace toda esta basura a nuestros amigos los animales!" comentó Clara, mientras veía a los patos alejándose de la orilla.

En medio de la limpieza, se encontraron con un viejo árbol que estaba cubierto de basura. Tomás, decidido, se subió a sus ramas para despejarla.

"¡Ya viene, ya viene!" gritaba mientras caían papeles y plásticos al suelo. Pero, de repente, sintió que una rama se rompía bajo su peso.

"¡Tomás! ¡Cuidado!" gritaron sus amigos.

"¡Estoy bien! Solo necesito un poco de ayuda".

Los amigos de Tomás lo ayudaron a bajar con cuidado. Fueron lo suficientemente listos para usar la conversación de la tala como un tiempo para reflexionar sobre la importancia de cuidar los árboles y el medio ambiente.

Tras varias horas de trabajo duro, Colibro lucía increíblemente limpia. Todos estaban cansados, pero felices.

"¡Miren el picnic!" dijo Lía, mientras señalaba una manta llena de deliciosos sándwiches y jugos.

"¡Qué buena forma de celebrar, después de todo nuestro esfuerzo!" sonrió Mateo.

Mientras los niños disfrutaban del almuerzo, Clara puso un aviso importante sobre la mesa.

"Chicos, debemos asegurarnos de que esto no vuelva a pasar. Podríamos organizar una reunión una vez al mes para seguir cuidando nuestro hogar."

"¡Eso es genial!" respondieron todos al unísono.

"Podemos hacer grupos de rescate de basura cada semana y crear un club de amigos del planeta." añadió Tomás.

Así fue como nació el Club de Amigos del Planeta. Todos en Colibro aprendieron no solo a limpiar, sino también a poner en práctica el reciclaje, la reducción de residuos y la reutilización.

Desde aquel día, los habitantes de Colibro no solo disfrutaron de una ciudad limpia, sino que también comprendieron la importancia de cuidar su entorno. Y así, los patos pudieron nadar felices en las aguas limpias, mientras los niños jugaban.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Pero la historia de Colibro sigue viva en los corazones de sus habitantes, que nunca olvidaron lo que ocurre cuando no cuidamos el mundo que nos rodea.

FIN.

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