El gran día de los capibaras



En un frondoso bosque, donde los árboles se balanceaban suavemente con la brisa, vivía un grupo de capibaras. Sus días transcurrían felices junto al lago, donde jugaban y nadaban al compás del sol que brillaba con fuerza. En el corazón del bosque, había un capibara llamado Tito, un soñador que siempre miraba más allá del agua y los altos árboles.

Un día, mientras Tito estaba sentado en la orilla contemplando las nubes, escuchó una voz suave y melodiosa que decía:

"¡Hola, Tito!"

Era Luna, una simpática tortuga que salía a pasear por el lago. Siempre hablaban cuando se encontraban. Tito le contó su anhelo de explorar más allá del lago.

"Me encantaría ver qué hay del otro lado del bosque. Escuché historias sobre un lugar mágico donde el sol y la luna se encuentran", dijo Tito emocionado.

"Pero, Tito, el bosque es grande y desconocido. Podría ser peligroso", respondió Luna preocupada.

"Claro, pero también podría ser increíble. Imaginá las aventuras que podríamos vivir juntos. Te prometo que seré cuidadoso", insistió Tito, con sus ojitos chispeantes.

Con un suspiro, la tortuga finalmente aceptó. "Está bien, lo intentaremos juntos. ¿Cuándo partimos?"

A la mañana siguiente, los amigos comenzaron su viaje. El sol brillaba en el cielo y el canto de los pájaros los acompañaba. A medida que se adentraban en el bosque, sin embargo, se dieron cuenta de que era más denso de lo que habían imaginado.

No mucho después, se encontraron con una encrucijada. Uno de los caminos era oscuro y misterioso, mientras que el otro era luminoso y alegre.

"¿Y ahora?", preguntó Luna, mirando nerviosa.

"Vamos por el camino oscuro. Podría tener sorpresas", sugirió Tito, decididamente.

"Pero, Tito, a veces los caminos oscuros pueden traer problemas", advirtió la tortuga.

"Es cierto, pero creo que debemos ser valientes. Aprenderemos algo nuevo, pase lo que pase", respondió Tito.

Así que se adentraron por el sendero oscuro, pero pronto se dieron cuenta de que había algo raro. El camino se volvió resbaladizo y lleno de espinas, y los sonidos de la selva se tornaron un tanto amenazantes.

De pronto, un viento fuerte hizo que Tito perdiera el equilibrio y cayera.

"¡Tito, ¿estás bien? !", gritó Luna, angustiada.

"Sí, solo me lastimé un poco el pie. Pero creo que debemos volver", dijo Tito, intentando sonreír.

Con mucho esfuerzo y la ayuda de Luna, Tito se levantó. Se dieron cuenta de que el camino oscuro no era el mejor para ellos y decidieron regresar a la encrucijada. Ahora, con más sabiduría, optaron por el camino luminoso.

A medida que avanzaban, las luces del sol se colaban entre los árboles, y el canto de los pájaros sonaba alegremente. Y de repente, llegaron a un claro impresionante: un hermoso lago rodeado de flores de todos los colores.

"¡Mirá, Tito!", exclamó Luna, fascinada.

"Es asombroso. ¿No te dije que valía la pena explorar?", repuso Tito, saltando de felicidad.

Mientras disfrutaban del paisaje, de repente, vieron a un grupo de capibaras jugando en la orilla del lago. Eran sus amigos, que habían ido en su búsqueda al notar su ausencia.

"¡Tito! ¡Luna! ¡Estábamos preocupados por ustedes!", gritaron al unísono.

"Nos hemos aventurado por el bosque y encontramos un lugar mágico", relató Tito emocionado.

"Pero también aprendimos algo importante: no todos los caminos llevan a buenas sorpresas. Hay que ser valientes, pero también sabios", agregó Luna, mirando a sus amigos.

Ese día, los capibaras celebraron el reencuentro, disfrutando del lago y la compañía. La experiencia les enseñó que la curiosidad y la valentía son importantes, pero también lo es escuchar a tus amigos y aprender de las dificultades del camino.

Y así, bajo el sol deslumbrante, Tito y Luna entendieron que la mejor aventura siempre es la que se comparte junto a aquellos que queremos. Desde ese día, cada vez que miraban las estrellas en la noche, sonreían, sabiendo que siempre habría más aventuras esperando por ellos.

FIN.

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