El Gran Día de Lucas



Había una vez un niño llamado Lucas que vivía en un tranquilo barrio de Buenos Aires. Todos los días, Lucas se despertaba con una gran sonrisa y una energía contagiosa. Sin embargo, había algo que le preocupaba un poco: siempre escuchaba a su mamá decir:

"El día es tuyo, Lucas, ¡aprovéchalo!"

Por más que intentaba, a Lucas le costaba entender qué significaba realmente esa frase. ¿Cómo podía aprovechar el día? Así que un buen día decidió que necesitaría hacer algo especial.

Una mañana, mientras tomaba su desayuno, Lucas se llenó de valentía y le preguntó a su mamá:

"Mamá, ¿cómo se hace para aprovechar el día? Me lo decís siempre, pero no lo entiendo."

La mamá, sonriendo, le respondió:

"Aprovechar el día es hacer algo que te haga feliz, algo que te sorprenda o algo que te ayude a otros. Cada día es una nueva oportunidad, Lucas."

Con esa respuesta en mente, Lucas decidió tomar acción. Se armó de valor y salió a la calle con la intención de aprovechar su día. Lo primero que hizo fue visitar a su vecino, el Sr. Mello, un anciano que vivía solo desde hacía años. Lucas recordaba haberlo visto muchas veces sentado en su porche.

"Hola, Sr. Mello! ¿Puedo ayudarlo con algo hoy?"

El Sr. Mello lo miró con sorpresa y contestó:

"¡Claro, Lucas! Te estaría muy agradecido si me ayudas a podar el jardín. No puedo hacerlo solo."

Así, Lucas pasó la mañana con el Sr. Mello, riendo y disfrutando de las historias que le contaba. Al terminar, el anciano comentó:

"Hoy has hecho mi día mucho más alegre, Lucas. Gracias a vos, siento que el sol brilla un poquito más."

Feliz por lo que había hecho, Lucas decidió continuar su jornada. Mientras caminaba por el barrio, se encontró con su amiga Sofía.

"Hola, Sofía. ¿Querés venir a jugar?"

"Sí, pero tengo que hacer la tarea primero."

Lucas recordó las palabras de su mamá y pensó en otra forma de aprovechar el día.

"¿Te parece si hacemos la tarea juntos? Así terminamos más rápido y después podemos jugar."

Sofía sonrió.

"¡Buena idea! ¡Vamos!"

Después de terminar la tarea, jugaron a las escondidas hasta que el sol comenzó a ocultarse. Lucas, sintiéndose decidido a seguir aprovechando su día, se acordó de su amigo Tomás, que siempre se sentaba solo en la plaza.

Decidido, Lucas le dijo a Sofía:

"Vamos a invitar a Tomás a jugar! No puede estar solo."

Sofía asintió, y juntos fueron a buscar a Tomás. Cuando lo encontraron, Lucas le dijo:

"¡Tomás, vení a jugar con nosotros! Así no se te hace tan aburrido el día."

Tomás sonrió y aceptó la invitación. Así, los tres amigos pasaron una tarde increíble. Se sentaron a contar historias, a reír y a compartir sueños.

Al regresar a casa, Lucas sintió que había aprovechado el día de una manera especial. Su mamá lo esperaba en la puerta y le preguntó:

"¿Cómo fue tu día, Lucas?"

"¡Increíble, mamá! Ayudé al Sr. Mello, hice la tarea con Sofía y jugamos con Tomás."

La mamá, orgullosa, le dijo:

"Ves, Lucas, aprovechar el día a veces significa hacer felices a los demás también."

Esa noche, mientras Lucas se preparaba para dormir, pensaba en todo lo que había hecho. Se dio cuenta de que no solo había aprovechado el día, sino que también había hecho sonreír a otros y eso le llenaba el corazón de alegría.

Desde ese momento, Lucas entendió que cada día era una nueva oportunidad y que si lo aprovechaba al máximo, no solo se sentía mejor él, sino que hacía sonreír a quienes lo rodeaban. Así, Lucas decidió que todos los días serían suyos, siempre listos para aprovecharse de la mejor manera posible.

FIN.

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