El Gran Día de Lucía
Era un hermoso día de primavera en la escuela primaria Arcoíris, donde los niños disfrutaban de sus clases llenas de alegría y risas. Agustina y Mirell, dos amigas inseparables, habían decidido organizar una sorpresa muy especial para su maestra Lucía, a quien adoraban.
Mientras el sol brillaba en el cielo, Agustina tuvo una idea brillante. "¡Mirell, ¿y si le llevamos flores a la maestra Lucía?" - exclamó con emoción.
"¡Sí! ¡Eso sería genial!" - respondió Mirell. Ambos comenzaron a buscar flores en el jardín de la escuela. Recolectaron margaritas, girasoles y algunas dulces lilas.
Con las flores en manos, las dos amigas se acercaron al aula de Lucía, que estaba explicando matemáticas a sus alumnos. Agustina sonrió, mientras que Mirell, nerviosa pero decidida, tocó la puerta.
"¡Pase!" - dijo Lucía, y las niñas entraron con una sonrisa radiante.
"¡Hola, maestra!" - dijeron al unísono. "¡Tenemos una sorpresa para vos!" - agregó Mirell mientras levantaba el ramo de flores.
Lucía, sorprendida y emocionada, se cubrió la boca con una mano. "¡Oh, chicas! ¡Esto es tan hermoso!" - exclamó mientras aceptaba las flores. – "Pero, ¿por qué me traen esto?" - preguntó con curiosidad.
Agustina, con una gran sonrisa, respondió: "Eres la mejor maestra del mundo, Lucía. Siempre nos ayudas y nos haces aprender de una manera tan divertida. ¡Te queremos mucho!"
Mirell asentía. "¡Es verdad! Cada día es especial con vos, maestra. ¡Gracias por ser tan increíble!"
Lucía se emocionó al escuchar esas palabras y decidió que era el momento perfecto para darles una pequeña sorpresa a las chicas. "Y yo también quiero darles algo a ustedes, porque son unas alumnas maravillosas. ¡Tendremos una actividad especial hoy!"
Los ojos de Agustina y Mirell brillaron. "¿Qué haremos, maestra?"
Lucía les explicó que iban a crear un mural sobre la primavera, donde iban a usar las flores que habían recolectado. Todos los compañeros de clase se unieron encantados y se pusieron a trabajar. Pero algo inesperado sucedió: una nube oscura cubrió el sol y comenzó a lloviznar.
Mirell se preocupó. "¡Oh no! ¿Y si no podemos terminar el mural?"
"No se preocupen, vamos a adaptar la actividad", dijo Lucía optimista. "¿Alguien tiene papel y colores?" - pidió.
Unos minutos después, todos estaban creando hermosos dibujos de flores, árboles y el sol en sus hojas. Como la lluvia no los detendría, dibujaron lo que les inspiraba el campo y la naturaleza. Agustina, con determinación, decidió hacer un dibujo de la maestra Lucía rodeada de los niños.
Mientras todos trabajaban, la lluvia dejó de caer. Al poco rato, el sol asomó entre las nubes nuevamente. Lucía sonrió, viendo cómo sus alumnos habían seguido adelante. "A veces, hay que adaptarse a las circunstancias, igual que hicimos hoy. Lo importante es no rendirse y buscar una solución. ¿Ven lo que podemos lograr juntos?"
Finalmente, cuando el mural estuvo listo, lo colgaron bien pegado en la pared del aula. Todos aplaudieron su trabajo y apreciaron lo que habían logrado en equipo.
Otro alumno, Juan, agregó: "¡Mirell, gracias a vos y a Agustina tenemos un mural maravilloso!"
"¡Sí! ¡Es increíble lo que hicimos juntos!" - contestó Agustina, feliz por el trabajo en equipo.
Lucía se sintió orgullosa de sus alumnos. "Lo que importa es el esfuerzo y la buena voluntad, no importa si llueve o brilla el sol. Y hoy, demostraron que en equipo pueden hacer cosas sorprendentes. ¡Los quiero mucho!"
Todo el aula estalló en risas y aplausos, llenando el espacio con energía positiva. Montage fue su lema y celebraron que, incluso en la adversidad, siempre puede haber una oportunidad para brillar.
A partir de ese día, todos en la escuela Arcoíris aprendieron algo valioso: el amor y el compañerismo hacen la vida más bella, sin importar lo que suceda. Y así, el gran día de Lucía se convirtió en un hermoso recuerdo que todos atesorarían por siempre.
FIN.