El gran día de RequeteMocos



Había una vez un niño llamado RequeteMocos, a quien le encantaba explorar cosas raras y divertidas. Era un niño curioso, pero tenía un extraño hábito: le gustaba comer mocos, cosas del suelo y a veces hasta pintura de dedos. Su mamá siempre decía: - ¡RequeteMocos, eso no se come! - pero él no le hacía mucho caso. - ¡Pero mamá, son sabores del mundo! - respondía él con una sonrisa.

Un día, mientras jugaba en el parque, encontró una gomita de borrar. Era de color rosa y brillaba bajo el sol. - ¡Mmm! ¡Esto debe saber a chicle! - pensó RequeteMocos y se la metió a la boca.

Poco después, mientras corría tras una mariposa, sintió un dolor en la barriga. - Ay, ay, ay... - gimió. Se sentó en el césped y comenzó a pensar. - Esto no se siente bien...

Justo en ese momento, se acercó su amigo Lucas, que era muy curioso. - ¿Qué te pasa, RequeteMocos? - le preguntó.

- Me duele la barriga... - respondió él, con cara de preocupación. - Creo que he comido cosas que no debía.

- Tal vez deberías dejar de comer cosas del suelo y de la pintura... - sugirió Lucas. - ¿No te parece?

RequeteMocos reflexionó un momento. - Tienes razón, Lucas. Me gusta explorar y probar cosas, pero tengo que aprender a cuidarme mejor. -

Entonces, juntos decidieron investigar sobre la comida y la salud. Le preguntaron a la mamá de RequeteMocos, que era muy sabia.

- Mamá, ¿qué podemos comer que sea rico y saludable? - preguntó Lucas.

- Hay un montón de cosas sabrosas y saludables, chicos. Frutas, verduras, y hasta algunos snacks que pueden ser divertidos de preparar. - respondió la mamá.

Así fue como RequeteMocos y Lucas comenzaron su misión. Juntos, empezaron a aprender a cocinar.

- ¿Y si hacemos unas galletas de avena y plátano? - propuso Lucas.

- ¡Buena idea! - dijo RequeteMocos entusiasmado.

Juntos, con ayuda de la mamá, hicieron una mezcla deliciosa. Mientras cocinaban, cantaban y reían. Al probar sus galletas, RequeteMocos se dio cuenta de algo importante.

- ¡Esto sabe increíble y es bueno para mi pancita! - exclamó emocionado.

- Viste, a veces lo mejor está justo en la cocina - dijo Lucas, muy orgulloso de su amigo.

Al día siguiente, RequeteMocos se sintió con mucha energía. Ya no tenía más dolor de pancita. - Prometo no volver a comer cosas raras del suelo - dijo.

Desde ese día, RequeteMocos aprendió a buscar aventuras en lugares menos extraños, como en su cocina, y a comer cosas ricas y saludables.

La historia de RequeteMocos se convirtió en una divertida lección para todos sus amigos. Aprendieron que lo sencillo y natural puede ser mucho más sabroso que cualquier cosa extraña del suelo. Además, empezó a explorar un montón de recetas nuevas, llenas de colores y sabores.

Y así, el niño que antes comía todo lo que encontraba, se convirtió en un gran chef de su propia historia, siempre recordando que lo mejor está dentro de uno mismo. Y a veces, lo más rico no necesita ser explorado en el suelo, sino que se puede crear con amor y creatividad.

FIN.

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